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EVANGELIO DEL DÍA

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Lunes 1 - Beato Charles de Foucauld

Is 2, 1-5; Sal 121

 

EVANGELIO Mt 8, 5-11

En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó rogándole: «Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho». Jesús le contestó: «Voy yo a curarlo». Pero el centurión le respondió: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para que mi criado quede sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le digo a uno: “Ve”, y va; al otro: “Ven”, y viene; a mi criado: “Haz esto”, y lo hace». Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: «Les aseguro que en Israel no he encontrado a nadie con tanta fe. Les digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos».

 

COMENTARIO

La palabra Adviento procede del latín y quiere decir ‘llegada’. Jesús viene para todos; no solo para los que están cerca. Más aún, podríamos decir que viene sobre todo para los que están lejos, como profetizó Isaías. El evangelio de hoy ensancha los horizontes de nuestra mente y nos hace ver que fuera hay, a veces, más fe que dentro. El centurión romano se atrevió a acercarse a Jesús, a pedirle por su sirviente enfermo, a decirle que no se considera digno de recibirlo en su casa, a pedir que sane al enfermo con su palabra, dando una orden para que la enfermedad se retire del sirviente. Jesús se admira de tanta fe y profetiza que de todos los pueblos se sentarán a la mesa en el Reino de los cielos junto con los grandes patriarcas. Es importante que en este Adviento nos convenzamos de que el Señor viene para todos y que nos esforcemos por prepararle casa, la nuestra y la de todos.

Martes 2 - Santa Viviana

Is  11,1-10; Sal 71

 

EVANGELIO Lc 10, 21-24

En aquel tiempo, lleno de la alegría del Espíritu Santo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los sencillos. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre, ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar». Y volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: «¡Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven! Porque les digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron; y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron».

 

COMENTARIO

A veces nos preguntamos porqué Dios ha tardado tantos miles de años en manifestarse a la humanidad. Podríamos responder que Dios se ha comunicado siempre a los de corazón recto, a los humildes, a los limpios de corazón, a los pequeños. Abraham ya fue justificado por Dios en tiempos remotos, porque creyó; Jesús dirá que Abraham ya vio el día de Jesús y se llenó de gozo (cf. Jn 5,86). El pueblo de Israel, que caminaba en el desierto, bebió de una roca que los acompañaba; y la roca era Cristo, dirá Pablo. Gandhi, aquel líder de la India que liberó a su pueblo desde la no violencia, admiraba a Cristo y se imbuyó de su mensaje, aunque no fuera cristiano. El Espíritu de Dios, que Jesús nos ha dado en plenitud en los últimos tiempos, ha comunicado siempre sus dones a la humanidad. Nosotros somos afortunados, pues hemos oído y visto lo que no todos oyeron ni escucharon. Pero el Señor llega para todos. El Adviento nos dice que tenemos que ser sus anunciadores, porque el mundo lo necesita.

Miércoles 3 - San Francisco Javier

Is 25,6-10a; Sal 22

 

EVANGELIO Mt 15,29-37

En aquel tiempo, Jesús, llegó a orillas del mar de Galilea, subió al monte y se sentó allí. Acudió a él mucha gente llevando tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros; los pusieron a sus pies, y él los curó. La gente se admiraba al ver hablar a los mudos, sanos a los lisiados, andar a los tullidos y a los ciegos recobrar la vista, y dieron gloria al Dios de Israel. Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Siento compasión de esta gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que se desmayen en el camino». Los discípulos le preguntaron: «¿De dónde vamos a sacar en este despoblado panes suficientes para saciar a tanta gente?». Jesús les preguntó: «¿Cuántos panes tienen?». Ellos contestaron: «Siete, y unos pocos peces». Él mandó que la gente se sentara en el suelo. Tomó los siete panes y los peces, dijo la acción de gracias, los partió y los fue dando a los discípulos, y los discípulos a la gente. Comieron todos hasta saciarse y recogieron las sobras: siete canastas llenas.

 

COMENTARIO

El evangelio de la multiplicación de los panes es como una parábola de lo que Jesús hizo, de lo que nosotros debemos hacer y del «banquete de manjares suculentos» que Dios quiere ofrecer a la humanidad redimida. Cuando el Señor vuelva nos preguntará qué hemos hecho para superar tanta hambre, la del pan material y la del pan espiritual. ¿Qué he hecho yo en concreto? Jesús vino para decirnos que Dios es Padre de todos y que todos debemos ser hermanos; vino para anunciar y realizar el reinado de Dios. Él lo hizo desde que nació hasta que murió en la cruz. Nosotros debemos seguir su obra. Uno de los prefacios de las misas de Adviento nos dice que el Señor, que vino un día hecho niño, viene ahora a nuestro encuentro, en cada persona y en cada acontecimiento. Adviento no es solo para nosotros ni solo para los cristianos. Adviento es para todos; tiene un sentido misional. Que nos lo recuerde Francisco Javier, el gran evangelizador de los pueblos del Oriente, a quien hoy recuerda la Iglesia.

Jueves 4 - San Juan Damasceno

Is  26, 1-6; Sal 117

 

EVANGELIO Mt 9, 9-13

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo. El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y arremetieron contra la casa; pero no se derrumbó porque estaba cimentada sobre roca. Al contrario, el que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y arremetieron contra la casa, y su ruina fue grande».

 

COMENTARIO

Al comenzar el año litúrgico y en la espera de la llegada del Señor es necesario programarnos. No basta decir que seremos mejores (eso es muy general) ni que haremos un poco más de oración (ya sería algo) ni que asistiremos a la misa dominical (¿qué menos podemos hacer?). Debemos programarnos, estudiar los puntos débiles de nuestra vida, ver si construimos con Cristo o no. El texto evangélico de hoy nos lo recuerda con el ejemplo de la casa construida sobre roca y de la construida sobre arena. ¡Cuántas y cuántos bautizados son como esas casas que no resisten un aluvión o un vendaval, porque están construidas sobre arena. Nuestra fe no es siempre alimentada con la oración, nuestros conocimientos bíblicos y catequéticos se limitan a la adolescencia, nuestra ética cristiana no va, a veces, más allá de lo que hacen todos. Necesitamos fortificar nuestra fe con la oración, con el estudio bíblico, con una vida cristiana renovada. Sin esto, no es de extrañar que nuestra vida termine siendo como esas casas derrumbadas por las riadas.

Viernes 5 - Santa Ada

Is 29, 17-24; Sal 26

 

EVANGELIO Mt 9, 27-31

En aquel tiempo, al salir Jesús, dos ciegos lo siguieron y gritaban: «Ten compasión de nosotros, hijo de David». Al llegar a la casa se le acercaron los ciegos, y Jesús les dijo: «¿Creen que yo puedo hacerlo?». Contestaron: «Sí, Señor». Entonces les tocó los ojos, diciendo: «Que les suceda conforme ustedes han creído». Y se les abrieron los ojos. Jesús les ordenó severamente: «¡Cuidado con que lo sepa alguien!». Pero ellos, apenas salieron, hablaron de él por toda aquella región.

 

COMENTARIO

«Los ojos de los ciegos verán», dice Isaías, hablando del día en que vendrá el Señor. Esto se cumplió literalmente cuando Jesús devolvió la vista a los ciegos. Pero es claro que Isaías habla de unas curaciones que van más allá de lo material. Jesús mismo lo afirma cuando dice: «Yo soy la Luz del mundo». Si ver a una persona ciega nos causa compasión y nos esforzamos para ayudarla, también debería preocuparnos la ceguera espiritual y las tinieblas en las que está envuelta gran parte de la sociedad. Andamos a oscuras: unos van por la vida como ciegos, sin ver nada; otros son como miopes, y no ven más allá de lo que tienen delante; otros son incapaces de ver lo que está delante de sus ojos (el niño huérfano que carece de una sonrisa, la anciana que espera una mano que la sostenga, el mendigo que hurga en los basureros buscando un mendrugo de pan); otros captan todos los matices y gamas de color, menos el espiritual. Jesús viene a curar nuestras cegueras. Pero debemos acercarnos a él, con fe, humildemente, como los dos ciegos.

Sábado 6 - San Nicolás

Is  30, 19-21.23-26; Sal 146

 

EVANGELIO Mt 9, 35–10,1.6-8

En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y pueblos, enseñando en sus sinagogas, anunciando el Evangelio del reino y curando todas las enfermedades y todas las dolencias. Al ver Jesús a la multitud, sintió compasión de ellos, porque estaban cansados y abandonados, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos; rueguen, pues, al dueño de la cosecha que mande trabajadores a recogerla». Y llamando a sus Doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia. A estos Doce los envió Jesús con estas instrucciones: «Vayan a las ovejas descarriadas de Israel. Vayan y proclamen que el reino de los cielos está cerca. Curen enfermos, resuciten muertos, limpien leprosos, expulsen demonios. Lo que han recibido gratis, denlo gratis».

 

COMENTARIO

Nuestro campo de visión y nuestro horizonte es con frecuencia muy reducido; no vemos más allá de unos pocos pasos. Jesús nos invita a mirar más allá. La Iglesia nos pide ser misioneros y evangelizar en una forma comprensible para la sociedad actual. Una vez más, Jesús nos dice que la cosecha es abundante, pero faltan obreros que la recojan. Y lo que dice a los Doce lo dice hoy a cada bautizado/a, porque estamos unidos a él y somos parte de su Iglesia. Jesús nos ha dado poder para hacer aquello que hizo él: anunciar el Reino, sanar, dar nueva vida, purificar lo que está contaminado, expulsar los demonios que apresan a la humanidad. Hay campo para todos; para lo espiritual y lo corporal, para lo vertical y lo horizontal. Adviento es tiempo de unir fuerzas y trabajar por el reino, desde los dirigentes religiosos a los laicos, desde los profesionales a los simples voluntarios, desde los ancianos a los niños, pasando por los casados y los jóvenes.

Domingo 7 - II de Adviento

Is 40,1-5.9-11; Sal 84; 2Pe 3,8-14

 

EVANGELIO Mc 1,1-8

Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Como está escrito en el profeta Isaías: «Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: “Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos”». Apareció Juan el Bautista en el desierto, predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaban sus pecados, y él los bautizaba en el Jordán. Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba: «Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con Espíritu Santo».

 

COMENTARIO

El anuncio de Juan es muy elocuente: Jesús es el que bautizará con el Espíritu Santo. Es decir, todo lo que va antes de Jesús es una preparación; con Jesús llega el Hijo de Dios que trae en plenitud el Espíritu Santo (la vida de Dios). Jesús es el que tiene el Espíritu desde su entrada en el mundo, el que lo comunicará a los suyos y el que lo derramará sobre el mundo en su resurrección y ascensión al Padre. La encarnación y entrada de Jesús en el mundo es lo que transformará la historia, el cosmos, la sociedad: es el comienzo de la «divinización» del mundo, como dirán los santos Padres en los primeros siglos. Ante la venida del Mesías, Juan manifiesta dos actitudes básicas: “Yo no soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias” y “Preparen el camino del Señor”. Toda la gente, dice Marcos, acudía a Juan en señal de penitencia y de conversión. Debemos preparamos durante el Adviento para recibir al Señor. ¿Preparo el camino? ¿Anhelo su llegada?

Lunes 8 - Inmaculada Concepción

Gn 3, 9-15.20; Sal  97; Ef  1, 3-6.11-12

 

EVANGELIO  Lc 1, 26-38

El ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres». Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin». Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?». El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible». María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y la dejó el ángel.

 

COMENTARIO

Tres figuras son presentadas por la liturgia como representativas del Adviento: Isaías, Juan Bautista y María, la Madre de Jesús. Por ello, la fiesta que hoy celebramos está en consonancia con el tiempo de la espera y de la encarnación del Hijo de Dios. Nadie como María colaboró en su encarnación y nadie como ella esperó su nacimiento. Hoy la liturgia nos recuerda que Dios la preparó desde su infancia y desde su primer momento para ser digna morada de su Hijo. Aquello que dice Pablo de todos nosotros se aplica de modo muy singular y excepcional a María: Dios nos eligió «para que fuéramos santos e irreprochables en su presencia». Ella es «la llena de gracia»: porque Cristo, el nuevo Adán, salvó y redimió a María, la nueva Eva, haciendo que ni la sombra del pecado la rozase. La persona de María es una invitación y reclamo en estos días de Adviento a dejarnos invadir por la santidad de Dios que resplandece en María, la Toda Santa, como dicen los orientales. Que su figura nos acompañe en todos estos días del Adviento.

Martes 9 - San Juan Diego Cuauhtlatoatzin

Is 40, 1-11; Sal 95

 

EVANGELIO Mt 18,12-14

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «¿Qué les parece? Supongan que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en el monte y va en busca de la perdida? Y si la encuentra, les aseguro que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado. Así también, el Padre de ustedes que está en el cielo: no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños».

 

COMENTARIO

Un texto no bíblico, el evangelio de Tomás, contiene un relato muy parecido sobre la oveja perdida, pero la variante está en que la oveja perdida es, en el texto apócrifo, «la oveja más grande». La parábola de Jesús es más altruista; no se fija en esto (más bien parece referirse a una oveja pequeña, puesto que luego habla de los pequeños). El Padre «no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños». Adviento y Navidad nos recuerdan que Jesús es el Salvador. A José le dirá el ángel que el nombre que ha de llevar el hijo de María es Jesús, «porque él salvará a su pueblo de los pecados» (Mt 1,21) y el ángel que anuncia a los pastores el nacimiento dirá: «Les traigo una buena noticia (…) hoy les ha nacido un salvador: el Mesías, el Señor» (Lc 2,10-11). Jesús viene a salvar. Hoy no es una la oveja perdida y cien las que están en casa; pero, aunque solo fuera una, Jesús igual habría venido por ella: parece desorbitado, pero esto es precisamente lo que dice la parábola. El amor no tiene límites.

Miércoles 10 - Nuestra Señora de Loreto

Is 40,25-31; Sal 102

 

EVANGELIO Mt 11,28-30

En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera».

 

COMENTARIO

En estas líneas que solo se encuentran en Mateo, Jesús hace referencia a unas palabras de Jeremías que dicen: «Párense en los caminos a mirar, pregunten por la vieja senda: “¿cuál es el buen camino?”, síganlo y hallarán reposo» (6,16). La humanidad, y dentro de ella muchos cristianos, anda desorientada. Y cuando estamos desorientados en una carretera o en la ciudad lo mejor es detenerse y preguntar. Preguntemos a Jesús; él nos dice: «Vengan a mí todos los que están agobiados, afligidos, desorientados». Volver a Jesús es el principio de la sanación y de recuperar la alegría en la vida. Adviento significa “llegada del Señor”, pero su llegada implica salir a su encuentro, porque Jesús nunca llegará a nosotros si nosotros no vamos a él. Hemos de poner algo de nuestra parte: «El que te creó sin ti no te salvará sin ti», dice san Agustín. Adviento no es solo un tiempo para esperar, sino para detenerse, preguntar y seguir el camino que nos traza Jesús. Pero el camino es él y no hay otro. ¡Pongámonos en marcha!

Jueves 11 - San Dámaso I, papa

Is 41,13-20; Sal 144

 

EVANGELIO Mt 11,11-15

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «Les aseguro que, de los nacidos de mujer no ha surgido uno más grande que Juan el Bautista; sin embargo el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él. Desde que apareció, Juan el Bautista, hasta ahora el reino de los cielos sufre violencia, y la gente violenta pretende apoderarse de él. Pues todos los profetas y la ley anunciaron esto, hasta que vino Juan; y es que, lo acepten o no, él es Elías el que tenía que venir. El que tenga oídos que oiga».

 

COMENTARIO

No es un texto fácil el de hoy. Jesús quiere poner de relieve la grandeza de Juan, su precursor. Pero al mismo tiempo, Jesús afirma que el más pequeño en el Reino de los cielos es más grande que Juan. Es decir, es más afortunado, porque tiene el privilegio de vivir el gran acontecimiento del Nuevo Testamento, la Alianza de Dios sellada en la cruz de Jesús. Nosotros somos unos privilegiados, pero este privilegio de la fe en Jesús exige de nosotros una respuesta. Sea cual sea la interpretación que se dé a la frase siguiente sobre la violencia a la que está sometido el Reino de los cielos, supone que estar dentro del Reino no es cosa que se logra sin esfuerzo, sin hacerse violencia y sin resistir al reino del Maligno. Jesús nos invita a oír a Juan, que, como Elías el primer profeta, nos invita a convertirnos y a preparar la llegada del día del Señor. Él mismo nos dice ahora: ¡El que tenga oídos, que oiga!

Viernes 12 - Nuestra Señora de Guadalupe

Eclo 24, 17-22 o Rom 8,28-30; Sal de Lc 1, 46-55

 

EVANGELIO Lc 1, 39-48

En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura  saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá». María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador».

 

COMENTARIO

En este entrañable pasaje de la visitación de María a Isabel, todo es pequeño, sencillo, humilde y alegre. Y en esta sencillez Dios nos manifiesta que lo grande se realiza en lo pequeño, en los pequeños y en la pequeñez de su servidora. La Constitución sobre la Iglesia del Concilio Vaticano II resalta, al hablar de esta escena que hoy contemplamos, la unión de María con su Hijo: cuando María se dirige a toda prisa a las montañas de Judá, cuando es saludada por Isabel y cuando el precursor salta de gozo en el seno de su madre (cf. n. 57). María está toda ella en función de Jesús, y cuando la separamos de su Hijo distorsionamos su persona, su figura y la devoción que a ella debemos y profesamos. Haríamos muy bien en leer o releer en este día, tan especial para América Latina y en particular para México, tierra de María, todo el cap. 8 del citado documento, en donde se nos invita a evitar tanto una falsa exageración como también una excesiva estrechez de espíritu al considerar la singular dignidad de la Madre de Dios.

Sábado 13 - Santa Lucía

Eclo  48, 1-4.9-11; Sal 79

 

EVANGELIO Mt 17, 10-13

Cuando bajaban de la montaña, los discípulos preguntaron a Jesús: «¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?». Él les contestó: «Elías vendrá y lo renovará todo. Pero les digo que Elías ya ha venido y no lo reconocieron, sino que hicieron con él cuanto quisieron. Así también el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos». Entonces entendieron los discípulos que se refería a Juan, el Bautista.

 

COMENTARIO

Esta pregunta de los discípulos a Jesús está a renglón seguido de la transfiguración de Jesús en el Tabor, al bajar del monte. No hay que olvidar que en la transfiguración acompañan a Jesús dos personajes del Antiguo Testamento, Moisés y Elías.  Quizá los discípulos pensaban que Elías estaba llegando, pero luego ven a Jesús solo. Elías, según los letrados, debía volver antes del día del Mesías para poner las cosas en orden, y quizá esto era para ellos un modo de ir postergando su conversión. Jesús dice que esta vuelta enigmática de Elías ya se ha cumplido en la persona de Juan Bautista. A Juan no lo han escuchado y lo han condenado a muerte; a Jesús también lo condenarán a muerte. Hoy podemos comportarnos de modo parecido: el final de los tiempos queda lejos, la vida es larga, las profecías son ambiguas, no todos los profetas hablan claro… Y así vamos dando largas al cambio: «Mañana le abriremos», decimos. «Siempre mañana, y nunca mañanamos», como decía el poeta.

Domingo 14 - III de Adviento

Is 61,1-2a.10-11; Sal de Lc 1,46-54; 1Tes 5,16-24

 

EVANGELIO Jn 1,6-8.19-28

Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan:  este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz. Y este fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan, a que le preguntaran: «¿Tú, quién eres?». Él confesó sin reservas: «Yo no soy el Mesías». Le preguntaron:«¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?». Él dijo: «No lo soy». «¿Eres tú el Profeta?». Respondió: «No». Y le dijeron: «¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo?». Él contestó: «Yo soy la voz que grita en el desierto: “Allanen el camino del Señor”, como dijo el profeta Isaías». Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: «Entonces, ¿por qué bautizas, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?». Juan les respondió: «Yo bautizo con agua; pero en medio de ustedes hay uno que no conocen, que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de su sandalia». Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.

 

COMENTARIO

Juan Bautista se define a sí mismo con frases negativas, no porque sea un hombre falto de personalidad, sino para decir que él no es el Mesías. Era muy necesaria esa presentación reductiva de Juan sobre sí mismo ya que algunos lo elevaban –tal era su prestigio– a la categoría de mesías. Juan presenta su propio identikit diciendo que él no es el Mesías; que él no es Elías; que él no es el Profeta; que él es una voz (es decir, que él no es la Palabra); que él bautiza solo con agua (es decir, que él no es el que da el Espíritu); que él no es digno de desatar la correa de la sandalia al Mesías que ya está en medio del pueblo. El evangelista Juan, casi copiando el mismo estilo del Bautista, dice en el fragmento del prólogo que hoy leemos que Juan «no era la luz, sino el testigo de la luz». Con su presentación en negativo, Juan Bautista nos enseña que los protagonismos en la Iglesia opacan al personaje principal.

Martes 15 de Julio - San Buenaventura

Is 7,1-9; Sal 47

 

EVANGELIO Mt 11, 20-24

En aquel tiempo, se puso Jesús a reprender a las ciudades donde había realizado la mayoría de sus milagros, porque no se habían convertido: «¡Ay de ti, Corozaín, ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros realizados entre ustedes, hace tiempo que se habrían convertido, cubiertas con vestido de penitencia y ceniza. Les digo que el día del juicio será más llevadero para Tiro y Sidón que para ustedes. Y tú, Cafarnaún, ¿piensas escalar el cielo? Pues bajarás al infierno. Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que se han realizado en ti, esa ciudad todavía existiría. Yo les aseguro que, en el día del juicio, la tierra de Sodoma será tratada con menos rigor que tú».

 

COMENTARIO

Hubo tiempos en que los cristianos pensábamos que nosotros éramos los buenos y los otros, los malos. Estos «otros» eran los no cristianos, es decir, los que no tenían la fe, los que no conocían a Dios, los que estaban en la tiniebla del error. Como si Dios hubiera escogido a unos (los afortunados) y abandonado a los otros (los desafortunados). Las cosas no son tan simples. Dios no piensa igual que nosotros. Jesús nos podría decir lo que dijo a los habitantes de Corozaín y de Betsaida, evangelizados por él en persona. Él dice que el juicio de Sodoma y Gomorra (ciudades paganas eliminadas por sus vicios) será menos riguroso que el de aquellas ciudades que fueron evangelizadas por él. La fe no es un seguro de vida. Vivir en coherencia con la fe es lo que espera Dios de nosotros.

Miércoles 16 de Julio - Nuestra Señora del Carmen

Is 10, 5-7.13-16; Sal 93

 

EVANGELIO Mt 11, 25-27

En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».

 

COMENTARIO

Esta alabanza de Jesús al Padre en el evangelio de Mateo tiene visos de ser un texto desprendido de las profundidades del cuarto evangelio. Jesús alaba al Padre porque los pequeños conocen a Dios, mientras que los sabios y entendidos no lo conocen. La palabra conocimiento en la Biblia (y aquí especialmente) no quiere decir un conocimiento intelectual, sino un conocimiento íntimo, familiar, como el de los esposos entre sí. Podemos hablar de Dios, pero conocerlo es un don que viene del cielo, es un tesoro, que Pablo pedirá para los creyentes (cf. Ef 3, 14-21). Solo el Padre conoce al Hijo, porque lo ha engendrado. Y solo el Hijo conoce al Padre, porque Jesús y solo Jesús ha salido del Padre. ¡Qué lejos está la filosofía del conocimiento de Dios Padre! Jesús nos lo quiere revelar, pero para esto hay que hacerse pequeño/a y mirar a Jesús. Él dirá: «Esta es la vida eterna, que te conozcan a ti (…) y a tu enviado Jesucristo» (Jn 17,3). Debemos pedir que el Padre nos acerque a Jesús. Y debemos pedir que Jesús nos acerque al Padre. Es el regalo del Espíritu a los pequeños.

Jueves 17 de Julio - Santa Carolina

Is 26,7-9.12.16-19; Sal 101

 

EVANGELIO Mt 11, 28-30

En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso para sus almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera».

 

COMENTARIO

Después de alabar al Padre porque revela los misterios del reino a los pequeños, Jesús hace una nueva revelación: invita a los afligidos y agobiados a caminar y a llevar el yugo suave de la cruz con él; a aprender de él, que es «paciente y humilde de corazón». El corazón es lo más íntimo de una persona. Jesús revela aquí cómo es su corazón: manso, paciente, humilde, compasivo. El evangelista Juan, el que reclinó su cabeza en el costado de Jesús en la Última Cena, nos comunicará que este costado de Jesús fue traspasado por la lanza del soldado y que de dicho costado manó sangre y agua. La lanza del soldado es como una flecha que señala lo más íntimo de Cristo. A nosotros nos sucede como a los que manejan por las carreteras: nos encontramos con tantas flechas e indicaciones que no sabemos por dónde ir. En Cristo muerto hay una flecha indicadora, la de la lanza que nos señala el camino, la de la lanza que nos invita a penetrar en el amor de Dios.

Viernes 18 de Julio - San Federico

Is 38, 1-6. 21-22.7-8; Sal de Is 38,10.12.16

 

EVANGELIO Mt 12, 1-8

En cierta ocasión, Jesús atravesaba un sembrado en sábado y los discípulos, que tenían hambre, empezaron a arrancar espigas y a comérselas. Los fariseos, al ver esto, le dijeron: «Mira, tus discípulos están haciendo una cosa que no está permitida en sábado». Pero él les respondió: «¿No han leído lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre? Entró en la casa de Dios y comieron de los panes de la ofrenda, cosa que no les estaba permitida ni a él ni a sus compañeros, sino solo a los sacerdotes. ¿Y no han leído en la Ley que los sacerdotes del templo pueden quebrantar el precepto del sábado sin incurrir en falta? Pues les digo que aquí hay alguien que es más que el templo. Si comprendieran lo que significa «quiero misericordia y no sacrificio», no condenarían a los que no tienen culpa. Porque el Hijo del hombre es señor del sábado».

 

COMENTARIO

Este sencillo texto sobre las espigas de trigo arrancadas en día sábado sirve a Jesús para dar una enseñanza sobre su divinidad («Aquí hay alguien más grande que el Tempo» y «el Hijo del hombre es dueño del sábado»). El texto nos ilustra además sobre el verdadero sentido de la ley. Quien no haya experimentado el hambre en su vida no puede entender la escena. Jesús comprende la satisfacción de los suyos que arrancan unas espigas para llenar su estómago. Ni se le pasa por la cabeza a Jesús que esta acción de arrancar unas espigas sea infringir la ley del sábado. Solo un legalismo a ultranza podía haber convertido el sábado, día de fiesta para gozar de la vida y dar culto a Dios, en un precepto religioso para sofocar a la persona humana. Jesús mira a la persona y antepone la misericordia al sacrificio cultual. Dios no es ley. Dios es amor. Y solo un legalismo miope puede convertir la ley que está al servicio del hombre en una camisa de fuerza que anula a la persona y termina haciendo odiosa la ley.

Sábado 19 de Julio - San Arsenio

Miq 2, 1-5; Sal 9

 

EVANGELIO Mt 12,14-21

En aquel tiempo, los fariseos planearon el modo de acabar con Jesús. Pero Jesús se enteró, se alejó de allí, y muchos le siguieron. Él los curó a todos, advirtiéndoles que no lo dieran a conocer. Así se cumplió lo que dijo el profeta Isaías: «Miren a mi siervo, mi elegido, mi amado, mi predilecto. Sobre él he puesto mi espíritu para que anuncie el derecho a las naciones. No porfiará, no gritará, no voceará por las calles. La caña resquebrajada no la quebrará, ni apagará la mecha que apenas arde, hasta implantar el derecho; en su nombre esperarán las naciones».

 

COMENTARIO

La sociedad de nuestros días es una sociedad violenta. Basta asomarse a los programas de cine o a las noticias diarias en la tv para ver que la violencia está a la orden del día: peleas callejeras, violencia verbal y física en las familias, enfrentamientos durísimos entre la policía y grupos contestatarios, violaciones, asaltos, asesinatos, guerras… La cita de Mateo del primer cántico sobre el Servidor de Yavé en el libro de Isaías, contrasta fuertemente con la violencia en la que hoy vivimos y con la de aquellos fariseos del tiempo de Jesús que deseaban acabar con él. El Servidor de Yavé no discute ni grita; no quiebra la caña doblada; no apaga la mecha humeante; anuncia la justicia a las naciones, porque el Espíritu de paz reposa sobre él. Los cristianos deberíamos ser, junto con tantos hombres y mujeres de buena voluntad, portadores de paz y de reconciliación en un mundo lleno de tensiones. Lo haremos si seguimos de cerca el ejemplo que Cristo nos ha dejado.

Domingo 20 de Julio - XVI del Tiempo Ordinario

Sab 12, 13.16-19; Sal 85; Rom 8, 26-27

 

EVANGELIO Mt 13,24-43

En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola a la gente: «El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras la gente dormía, su enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los trabajadores a decirle al amo: «Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?». Él les dijo: «Un enemigo lo ha hecho». Los trabajadores le preguntaron: «¿Quieres que vayamos a arrancarla?». Pero él les respondió: «No, porque, al arrancar la cizaña, podrían arrancar también el trigo. Déjenlos crecer juntos hasta la cosecha y, cuando llegue la cosecha, diré a los que han de recogerla: ‘‘Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y el trigo almacénenlo en mi granero”».

 

COMENTARIO

La parábola del trigo y de la cizaña que crecen juntos solo aparece en el evangelio de Mateo. Es una parábola muy elaborada que viene a ser una reflexión sobre el misterio del bien y del mal; del silencio y de la paciencia de Dios; y sobre la resolución de la historia más allá de la historia. Nosotros nos preguntamos porqué hay mal en el mundo. La respuesta de Jesús es clara: “Esto lo ha hecho algún enemigo”. Es claro que Dios no lo ha hecho; pero es misteriosa la fuerza de este enemigo. Nosotros nos preguntamos porqué Dios no habla y porqué Dios no interviene ahora y aquí. La respuesta es que Dios espera y confía en el hombre, pero esa espera a nosotros nos exaspera. Nosotros nos preguntamos por qué el reinado de Dios parece que en este mundo es casi una quimera. Jesús dirá que debemos tener fe en que el grano, ahora insignificante y amenazado, dará una gran cosecha. Ahora bien, entenderíamos mal la parábola si nos cruzáramos de brazos y no tratáramos de realizar el reinado de Dios (el Reino de los Cielos) ya, aquí y ahora. Así interpretada, daría pie a decir que la religión es evasión y opio del pueblo.

Lunes 21 de Julio - San Lorenzo de Brindis

Miq 6,1-4. 6-8; Sal 49

 

EVANGELIO Mt 12, 38-42

En aquel tiempo, algunos de los escribas y fariseos dijeron a Jesús: «Maestro, queremos ver un signo tuyo».  Él les contestó: «Esta generación perversa y adúltera exige un signo; pero no se le dará más signo que el del profeta Jonás. Tres días y tres noches estuvo Jonás en el vientre del cetáceo; pues tres días y tres noches estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra. Cuando juzguen a esta generación, los hombres de Nínive se alzarán y harán que la condenen, porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay alguien que es más que Jonás. Cuando juzguen a esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que la condenen, porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay alguien que es más que Salomón».

 

COMENTARIO

Resulta hasta cierto punto extraño que, ante tantos signos espectaculares de Jesús, algunos escribas y fariseos le pidan ver un signo. Y también que Jesús diga que no se dará otro signo a «esta generación malvada» que el signo del profeta Jonás. ¿Cuál es este signo? Jesús parece decir que este signo es él mismo: es decir, Jesús en persona, como Palabra que viene del Padre y como Palabra que volverá al Padre. La fe en Jesús no se funda en los signos milagrosos; estos signos los realiza Jesús en favor de los que confían en él y como señal de la llegada del reino, pero no para someterse al examen malicioso de los que no creen. Este texto nos tendría que recordar varias cosas: que el cristiano cree en la palabra de Jesús por ser la Palabra del Padre; que el cristiano cree en Jesús porque el Padre lo ha resucitado y lo ha proclamado Señor y Dios. Este texto nos recuerda también que el verdadero creyente no va en busca de milagros y apariciones. Como dice Jesús al apóstol Tomás, «Dichosos los que creen sin ver».

Martes 22 de Julio - Santa María Magdalena

Cant 3, 1-4; Sal 62

 

EVANGELIO Jn 20, 1.11-18

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando. Mientras lloraba, se asomó y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntan: «Mujer, ¿por qué lloras?» Ella le contesta: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto». Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.  Jesús le dice: «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?».  Ella tomándolo por el hortelano, le contesta: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré». Jesús le dice: «¡María!».  Ella se vuelve y le dice: «¡Rabboni!», que significa: “¡Maestro!”  Jesús le dice: “Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: “Subo al Padre mío y Padre de ustedes, al Dios mío y Dios de ustedes”.  María Magdalena fue y anunció a los discípulos: «He visto al Señor y ha dicho esto».

 

COMENTARIO

Solo Juan narra la manifestación personal de Jesús a María Magdalena. El texto es de una gran profundidad y belleza, y no es de extrañar que grandes pintores del Renacimiento lo hayan plasmado en sus cuadros. María Magdalena es la mujer que ama a Jesús con un amor intenso y llora desconsolada su muerte. Busca su cuerpo muerto para embalsamarlo y lo encuentra resucitado. No lo reconoce y lo confunde con el cuidador del huerto; pero cuando Jesús pronuncia su nombre, ella se lanza a sus pies y le dice “Rabboní” (Maestro). También a nosotros nos conoce Jesús por nuestro nombre y, cuando él lo pronuncia, su voz es inconfundible. María quisiera retener a Jesús, pero el Resucitado le hará comprender que su presencia ya no es como la de antes. Todos debemos aprender que, si conocimos a Cristo en forma puramente humana, «ya no lo conocemos más así» (cf. 2Cor 5,16). A María Magdalena se le confía una misión: ser apóstol de los apóstoles, anunciadora del Cristo Resucitado. A nosotros el Resucitado también nos envía, pero después de haberlo encontrado.

 

Miércoles 23 de Julio - Santa Brígida

Jr 1, 1.4-10; Sal 70

 

EVANGELIO Mt 13,1-9

Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó a orillas del mar. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente se quedó de pie en la orilla. Les habló mucho rato en parábolas. Les decía: «Salió el sembrador a sembrar, al sembrar, unas semillas cayeron al borde del camino; vinieron los pájaros y se las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era profunda, brotaron enseguida; pero, en cuanto salió el sol, se marchitaron  y por falta de raíz se secaron. Otras cayeron entre espinos, que crecieron y las ahogaron. El resto cayó en tierra buena y dio fruto: unas, ciento; otras, sesenta; otras, treinta. ¡El que tenga oídos que oiga!».

 

COMENTARIO

En el bautismo se nos han abierto los oídos para escuchar la Palabra de Dios. La Palabra es una semilla de excelente calidad, pero exige un terreno apto y abonado, pues Dios cuenta siempre con nuestra colaboración. La parábola del sembrador da a entender que la Palabra choca con muchos obstáculos: el terreno al borde del camino, el terreno pedregoso, el terreno espinoso. Pero también cae en terreno de cultivo. Dentro de este terreno hay diversas calidades de tierra; los campesinos lo saben muy bien. Y en la vida cristiana lo saben muy bien quienes nos dirigen y acompañan: el obispo, el párroco, el confesor, la persona que nos aconseja en lo espiritual (si la tenemos). Hay santos y santas en los que la semilla ha dado cien; hay cristianos y cristianas que caminan decididamente hacia la santidad; hay fieles que quieren seguir a Cristo, pero luchan con su yo pecador, venciendo unas veces y sucumbiendo otras; también ellos son tierra buena, pero necesitarían abonarla con la oración, con los sacramentos y con el amor al prójimo. ¿Entre quiénes estoy yo?

 

Jueves 24 de Julio - San Charbel Makhluf

Jr  2, 1-3.7-8.12-13; Sal 35

 

EVANGELIO  Mt 13,10-17

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los discípulos y le preguntaron: «¿Por qué les hablas en parábolas?». Él les contestó: «A ustedes se les ha concedido conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no. Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. Así se cumplirá en ellos la profecía de Isaías: “Oirán con los oídos sin entender; mirarán con los ojos sin ver;  porque está endurecido el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos,  ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure”. ¡Dichosos ustedes porque sus ojos ven y sus oídos oyen! Yo les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ven ustedes y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron».

 

COMENTARIO

Como hemos comentado en otro lugar, este texto no es de fácil comprensión. Para entenderlo es preciso mirar al conjunto, no quedarse en una sola frase y tener presente el contexto. Hay una primera contraposición a tener presente: los discípulos y la multitud. Los discípulos son aquellos que siguen a Jesús y aceptan sus enseñanzas. La multitud aquí no significa el mundo de los pequeños y sencillos, sino todos aquellos que buscan a Jesús por motivos diversos y que, después de escuchar la palabra de Jesús, no están demasiado dispuestos a seguir su camino: son los que «miran y no ven; oyen, pero no escuchan ni entienden», «porque su corazón se ha endurecido», como ya decía el profeta. ¿No es esto acaso lo que sucede hoy? No hay peor ciego que el que no quiere ver ni peor sordo que el que no quiere escuchar. Jesús distingue entre ver y mirar. Si supiéramos mirar con fe veríamos mucho más de lo que vemos a simple vista. Si supiéramos oír con atención escucharíamos la voz del Señor. ¿No es esto lo que sucede cuando participamos distraídamente en la liturgia, pero sin reconocer la presencia del Señor y sin escuchar su palabra?

 

Viernes 25 de Julio - Santiago, apóstol

Hch 4, 33; 5,12.27-33; 12,2; Sal 66; 2 Cor 4, 7-15

 

EVANGELIO Mt 20, 20-28

Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró como para pedirle algo. Él le dijo: «¿Qué quieres?». Ella contestó: «Manda que estos dos hijos míos, se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino». Replicó Jesús: «No saben lo que piden. ¿Pueden beber el cáliz que yo voy a beber?». Le contestaron: «Sí, podemos». Él les dijo: «Mi cáliz lo beberán; pero sentarse a mi derecha y a mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quien está reservado por mi Padre». Al oír esto los otros diez se indignaron  contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y dijo: «Ustedes saben que los jefes de las naciones las gobiernan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. Pero no ha de ser así entre ustedes, y el que quiera ser primero entre ustedes, que se haga su esclavo.  Igual que el Hijo del hombre, no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos».

 

COMENTARIO

El libro de los Hechos nos dice que Herodes Agripa hizo decapitar a Santiago, hermano de Juan. Era en la fiesta de Pascua del año 43 o 44. El episodio del evangelio que hoy se lee se sitúa unos quince años antes de su martirio. En ese episodio Santiago y Juan hablan de «beber el cáliz» con una ingenuidad que raya la temeridad. Y con igual o mayor ingenuidad y presunción piden al Señor los primeros puestos en el Reino que él anuncia. Los apóstoles más cercanos a Jesús (Pedro, Santiago y Juan) necesitaron oír muchas veces las enseñanzas del Maestro sobre la cruz, sobre ser los últimos y los servidores, estar presentes en su transfiguración en el monte, ver su debilidad personal frente al escándalo de la cruz, reconocer a Cristo resucitado y ser investidos de la fuerza de lo Alto. Nosotros debemos seguir los pasos de los apóstoles y aprender este largo camino de formación para ser testigos de la fe como ellos.

Sábado 26 de Julio - San Joaquín y santa Ana

Jr 7, 1-11; Sal 83

 

EVANGELIO Mt 13, 24-30

En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola a la gente: «El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras la gente dormía, su enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga, apareció también la cizaña. Entonces fueron los trabajadores a decirle al amo: “Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?”. Él les dijo: “Un enemigo lo ha hecho”. Los trabajadores le preguntaron: “¿Quieres que vayamos a arrancarla?”. Pero él les respondió: “No, porque, al arrancar la cizaña, podrían arrancar también el trigo. Déjenlos crecer juntos hasta la cosecha y, cuando llegue la cosecha, diré a los que han de recogerla: “Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y el trigo almacénenlo en mi granero”».

 

COMENTARIO

En la parábola del trigo y la cizaña, comentada en días pasados, hay algo que puede ayudarnos a entender porqué Dios, el sembrador, espera al final de los tiempos para separar la cizaña del trigo. La parábola, como todo ejemplo, no puede decirlo todo. En el mundo natural, el trigo siempre será trigo y la cizaña siempre será cizaña. Pero en la realidad humana a la que Jesús se está refiriendo las cosas no son iguales: la cizaña puede pasar a ser trigo y viceversa. Los malos puede convertirse y los buenos corromperse. El Señor lo sabe y por esto deja que el bien y el mal anden juntos y no se precipita a juzgarnos antes de tiempo. Dios espera y es paciente. Nosotros no. Nosotros somos además dualistas: o blanco o negro; como los espectadores que discriminan desde las primeras escenas de una película a los buenos y a los malos y solo esperan que al final estos últimos sean castigados o aniquilados. Por suerte Dios nos mira como somos: en parte buenos y en parte malos. Dios acepta el gris de nuestras vidas. Solo espera que el gris pase a ser blanco.

Domingo 27 de Julio - XVII del Tiempo Ordinario

Hch 16,22-34; Sal 137, 1-3.7-8

 

EVANGELIO Mt 13,44-52

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece también a un comerciante que busca perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra. El Reino de los Cielos se parece también a la red que se echa al mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la sacan a la orilla y, sentándose, recogen en canastos los buenos y tiran los malos. Lo mismo sucederá al fin del mundo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Entienden bien todo esto?». Ellos le contestaron: «Sí». Él les dijo: «Ya ven, un maestro de la ley que entiende del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que va sacando de sus tesoros lo nuevo y lo antiguo».

 

COMENTARIO

¡Qué no hacen los hombres por conseguir un tesoro! Hay quien busca en el fondo de los océanos para rescatar las arcas de un barco hundido hace siglos. Hay quien, con malas artes, estudia los planos y las técnicas de seguridad de un banco para penetrar en su caja fuerte y saquear sus tesoros. A nosotros no se nos habría ocurrido pensar en un tesoro o en la avidez de un comerciante para hablar del Reino. Pues sí, Jesús considera que el mejor tesoro y el negocio del siglo es el Reino de Dios. Es singular también que se trata de algo que llena de alegría a quien lo busca y lo consigue. Ambos personajes (el del tesoro escondido y el comerciante de perlas finas) no dudan un instante en vender todo lo que tienen para conseguir lo que buscan. Los cristianos quizá no hemos entendido que el Evangelio es la mejor noticia de nuestra vida y que Jesús es el gran tesoro por el que debemos darlo todo. Somos malos comerciantes… Vivimos a veces un cristianismo sin entusiasmo, sin alegría, sin búsqueda. Aprendamos del hombre que encontró un tesoro y del comerciante en perlas finas.

Lunes 28 de Julio - Nuestra Señora de la paz

Is 9, 1-3.5-6; Sal de Jdt 13, 18-19; Flp 4, 4-9

 

EVANGELIO Lc 1, 39-47

En aquellos días, María se puso en camino y fue a prisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá». María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador».

 

COMENTARIO

La escena de la visitación de María a Isabel su parienta, ambas portadoras de vida (la de Jesús y la de Juan) es una escena que, como las colinas apacibles de Ain-Karim en donde transcurrió verosímilmente el encuentro, rezuma paz, alegría y vida. La mujer es portadora de vida, de alegría y de paz. En especial María, porque, como dice Isaías, ella nos ha dado un hijo, ella ha ofrecido al mundo el Príncipe de la paz. María lleva la paz a Isabel y al niño que está en su seno y lo hace de la forma más natural, sencilla y humilde al acompañarla en su maternidad y al servirla en las cosas más humildes de la casa. María colaborará también con su Hijo al pie de la Cruz en favor de la paz, en un escenario de odio, de tiniebla y de aparente triunfo del mal. Por ello, María es invocada como «Reina de la paz». Todos, gobernantes y gobernados, debemos trabajar la paz que es fruto de la bondad, de la fraternidad y del poner en primer lugar el bien común y el servicio de los más humildes, como María.

Martes 29 de Julio - Santa Marta

1Jn 4, 7-16; Sal 33

 

EVANGELIO Jn 11, 19-27

En aquel tiempo, muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María, para darles el pésame por su hermano. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá». Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará». Marta respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día».  Jesús le dice: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?». Ella le contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo».

 

COMENTARIO

Marta es todo un personaje en el evangelio de san Juan. Ella es la que, ni corta ni perezosa, le dice a Jesús su huésped que parece que no le importe que su hermana María esté sentada a sus pies mientras ella carga con todo el trajín de la casa; inclusive casi le ordena que diga a su hermana que le eche una mano (cf. Lc 10,40). Y en el texto que se lee hoy, dice al Maestro en son de velada queja: «Si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto». Mucha confianza debía de tener Marta para hablar así a Jesús. Necesitamos ser audaces en nuestra oración, como Marta, como Job, como los salmistas, como Jesús con su Padre cuando se siente abandonado en la Cruz. Deberíamos a veces «molestar» al Padre, como el hombre que pide a altas horas de la noche a su amigo que le dé unos panes. Marta es también la mujer hacendosa, hospitalaria, que gobierna bien su casa. Y es además una mujer instruida, como lo demuestra la respuesta que da al Maestro sobre la resurrección. Todo un ejemplo para nosotros y un botón de muestra de lo que podría y debería ser la mujer en la Iglesia.

Miércoles 30 de Julio - San Pedro Crisólogo

Jr 15,10.16-21; Sal 58

 

EVANGELIO Mt 13,44-46

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece también a un comerciante que busca perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra».

 

COMENTARIO

Aunque este texto ha aparecido en uno de los anteriores domingos, es tan rico en su brevedad que se presta a nuevas consideraciones. Llama la atención que Jesús hable tan radicalmente de venderlo todo para comprar una cosa. A uno que quisiera hacer esto, nosotros le recomendaríamos pensarlo bien, consultar, asegurarse de lo que hace. Jesús dice que jugárselo todo por el reino de los cielos es algo que llena de gozo y tiene sentido. Así, sin más. Cabe preguntarse si los cristianos y más en concreto aquellos que sienten un especial llamado a entregar su vida por el Reino no actuamos de una manera diferente. Nosotros calculamos, regateamos, sopesamos, preferimos probar la mercancía; e incluso después de comprarla a veces nos arrepentimos y volvemos para ver si podemos devolverla o cambiarla… ¿No está sucediendo algo de esto hoy en los matrimonios, en la vida religiosa, en la vida ministerial? El Reino de Dios o nos apasiona y llena de alegría o de lo contrario es como un proyecto que nos queda grande… Tenemos que pedir que todo lo que damos al Señor lo demos con alegría.

 

Jueves 31 de Julio - San Ignacio de Loyola

Jr 18, 1-6; Sal 145

 

EVANGELIO Mt 13,47-53

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El Reino de los Cielos se parece también a la red que se echa al mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la sacan a la orilla y, sentándose, recogen en canastos los buenos y tiran los malos. Lo mismo sucederá al fin del mundo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Entienden bien todo esto?». Ellos le contestaron: «Sí». Él les dijo: «Ya ven, un maestro de la ley que entiende del Reino de los Cielos, se parece a un dueño de casa que va sacando de sus tesoros lo nuevo y lo antiguo». Cuando Jesús acabó estas parábolas, partió de allí.

 

COMENTARIO

Esta parábola nos sitúa a la orilla del mar de Galilea, por la mañana, cuando los pescadores sacan a la orilla las redes llenas de peces y hacen la selección. Hasta ese momento los peces (buenos y malos) conviven y están mezclados. Solo en ese momento se hace la selección y la separación de los peces. La parábola nos recuerda que solo al final de los tiempos se delimitarán los campos y se aclararán las cosas. Más allá de las imágenes propias de la literatura apocalíptica, Jesús quiere decirnos que cada uno/a es responsable de su vida; que la vida no es un juego ni menos una lotería: hay que actuar responsablemente en todo momento. Él quiere que todos entremos en la canasta de los peces buenos; quiere que formemos parte de la familia de Dios; pero Dios no fuerza a nadie; no nos fuerza a ser buenos; no nos fuerza a entrar en el banquete si no queremos entrar; no nos obliga a amar si no queremos amar. El infierno es precisamente esto: el sufrimiento y la soledad de los que no quieren amar. Soledad es la palabra que define el infierno.

 

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