EVANGELIO DEL DÍA
Enero
Viernes 01 -
Santa María, Madre de Dios
Num 6,22-27; Sal 66; Ga 4,4-7
EVANGELIO Lc 2,16-21
En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que decían los pastores. Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho. Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.
COMENTARIO
El Salvador del mundo ha nacido en Belén y el anuncio dichoso de este acontecimiento por parte del ángel provoca que los pastores dejen a sus ovejas y corran al encuentro del mesías anunciado. Ellos lo encuentran junto a José y María, cuya solemnidad celebramos también nosotros llenos de júbilo. El encuentro del ser humano con Jesús, lo llena de una gran alegría que lo hace correr y anunciar a todos la buena noticia. Hoy, la Palabra nos invita a hacer nuestras las actitudes y sentimientos de los pastores. El encuentro personal y espontáneo con Nuestro Salvador nos llena de gozo especial para que, durante este año que comienza, podamos dar gloria y alabanza a Dios.
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Enero
Viernes 08 -
San Severino
1Jn 5, 5-13; Sal 147, 12-15.19-20
EVANGELIO Lc 5,12-16
Una vez, estando Jesús en un pueblo, se presentó un hombre cubierto de lepra; al ver a Jesús se postró ante él y le suplicó: «Señor, si quieres puedes limpiarme». Jesús extendió la mano y lo tocó diciendo: «Quiero, queda limpio». Y en seguida desapareció la lepra. Jesús le recomendó que no lo dijera a nadie, y añadió: «Ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación la ofrenda que mandó Moisés para que les sirva de testimonio». Se hablaba de él cada vez más, y acudía mucha gente a oírle y a que los curara de sus enfermedades. Pero él solía retirarse a lugares solitarios para orar.
COMENTARIO
Uno de los problemas que más aqueja a los seres humanos es la enfermedad. El evangelio nos muestra la realidad de la enfermedad más terrible que existía en la época de Jesús: La lepra. Es precisamente un leproso el que pide la intervención de Jesús; pero la súplica que hace no es una exigencia a la que Jesús esté obligado a responder, al contrario está precedida por el sometimiento a su voluntad: “Si quieres, puedes sanarme”. El modo de pedir del leproso constituye una lección de humildad. Él reconoce el poder de Jesús, pero lo primero que hace no es pedir que lo cure sino someterse a la voluntad del Señor. También hoy necesitamos difundir más el cumplimiento de la voluntad de Jesús como exigencia necesaria para que Él pueda seguir limpiando las lepras y enfermedades que nos quejan física y espiritualmente.
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Enero
Viernes 15 -
San Mauro
1Sam 8,4-7.10-22a; Sal 88, 16-19
EVANGELIO Mc 2, 1-12
Cuando a los pocos días volvió Jesús a Cafarnaún, se supo que estaba en casa. Acudieron tantos que no quedaba sitio ni siquiera junto a la puerta. Él les anunciaba la palabra. Entonces, le llevaron entre cuatro un paralítico y, como no podían acercarlo a Jesús, a causa del gentío, abrieron el techo encima de donde estaba él y, a través de la abertura que hicieron, descolgaron la camilla con el paralítico. Viendo Jesús la fe que tenían, le dijo al paralítico: «Hijo, tus pecados quedan perdonados». Unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros: ¿Por qué habla éste así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados, fuera de Dios? Jesús se dio cuenta de lo que pensaban y les dijo: «¿Por qué piensan eso? ¿Qué es más fácil, decirle al paralítico: “Tus pecados quedan perdonados, o decirle Levántate, toma tu camilla y anda”?». Pues, para que vean, el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados. Entonces dijo al paralítico: «Contigo hablo: Levántate, coge tu camilla y vete a tu casa». Se levantó inmediatamente, cogió la camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron admirados y daban gloria a Dios, diciendo: «Nunca hemos visto nada igual».
COMENTARIO
Después de recorrer toda Galilea Jesús vuelve a Cafarnaún. Pero su fama había crecido tanto que un enfermo paralítico parecía no tener ninguna oportunidad de acercarse a Jesús. Allí el ingenio de los acompañantes del enfermo salta a la vista y como no pudieron entrar por la puerta, lo hicieron por el techo. Este gesto le indicó a Jesús la grande fe de quienes estaban ante él. Jesús que ve en el paralítico una fe más madura que la de los demás no se apresura a curar físicamente al paralítico, sino que se ocupa de la necesidad más apremiante; se trata de sus pecados. El pecado es el verdadero enemigo del ser humano; de ahí las palabras de Jesús: “Hijo mío, tus pecados quedan perdonados”. Sin embargo ese perdón no fue bien recibido por todos. Por eso la curación del paralítico ante la vista de todos demostró que Jesús, el hijo del hombre sí tiene la autoridad para perdonar los pecados. En efecto un taumaturgo tal vez pueda curar a los enfermos, pero el perdón de los pecados está reservado sólo a Dios y Jesús, su Hijo, tiene ese poder.
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Enero
Viernes 22 -
San Vicente
1Sam 24,3-21; Sal 56, 2-4.6.11
EVANGELIO Mc 3, 13-19
En aquel tiempo, Jesús subió a la montaña, y fue llamando a los que Él quiso. Ellos fueron adonde Él estaba. Luego designó a doce para que estuvieran con Él, y para enviarlos a predicar, con poder para expulsar demonios. Así constituyó el grupo de los Doce: Simón, a quien dio el nombre de Pedro, Santiago, hijo de Zebedeo y su hermano Juan, a quienes dio el nombre de Boanerges, es decir, “hijos del trueno”, Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el hijo de Alfeo, Tadeo, Simón el Cananeo y Judas Iscariote, el que lo entregó.
COMENTARIO
Para su obra de predicación del Reino de Dios Jesús completa el número de sus discípulos más cercanos. A esos doce los llama también apóstoles, es decir enviados. Esa forma de llamarlos les confiere autoridad, pues el apóstol ejerce su función como consecuencia del envío realizado por Jesús. El evangelio resalta las tres funciones principales de estos doce apóstoles: En primer lugar, Jesús los llamó para que estuvieran con Él. El verdadero discípulo es el que tiene la capacidad de estar con Jesús, de aprender de Él y de vivir su misma experiencia de vida. En segundo lugar, Jesús los envía a predicar. Con esta estrategia Jesús hace más eficiente su propia misión, porque ya son doce y no uno solo el que predica, pues el contenido de la predicación de los apóstoles es aquel indicado por Jesús. En tercer lugar, Jesús les dio autoridad para expulsar demonios. De esta manera los doce apóstoles continúan, con su propio estilo, las mismas acciones de Jesús.
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Enero
Viernes 29 -
San Valerio
2Sam 11,1-4a.5-10a.13-17; Sal 50,3-4.5-6.7.10-11
EVANGELIO Mc 4,26-34
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Aunque él se duerma de noche y se levante de día; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. Lo que sucede es que la tierra da el fruto por sí misma: primero los tallos, luego la espiga y después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la cosecha». Dijo también: «¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo? Es como un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus ramas que las aves del cielo pueden cobijarse y anidar en ella». Y con muchas parábolas como éstas, Jesús les anunciaba la Palabra, en la medida en que ellos podían comprender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.
COMENTARIO
Como cristianos, tenemos la misión de conformar nuestra vida al mensaje de Jesús. Con frecuencia, al escuchar el evangelio de Jesús y al meditar profundamente en su significado, optamos por seguir –decididamente– a Jesús y aceptar su enseñanza. Sin embargo, al tropezar con nuestras debilidades percibimos que estamos muy lejos de alcanzar el objetivo de vida cristiana que nos proponemos. Con las parábolas Jesús nos invita a nos desfallecer y a perseverar en la construcción del reino de Dios. Él mismo nos deja ver que su reino no se instaura de manera repentina en nuestras vidas, sino que se trata de una realidad que, como el grano de mostaza, va creciendo muy lentamente. A veces el desánimo no ocurre solamente mirando la propia vida y el camino que falta por recorrer, sino también mirando la vida de los demás. Muchos testigos de Jesús se desaniman porque quisieran que después de haber transmitido el mensaje de Jesús, todos llegaran a una fe sólida y madura. Mediante la parábola del grano sembrado, Jesús nos enseña a seguir sembrando el mensaje de su Palabra.
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Enero
Sábado 02 -
Santos Basilio y Gregorio
1Jn 2,22-28; Sal 97,1-4
EVANGELIO Jn 1,19-28
Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan a que le preguntaran: «¿Tú quién eres?». Él confesó y no lo ocultó, sino que dijo claramente:«Yo no soy el Mesías». Le preguntaron: «¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?». Él dijo: «No lo soy». «¿Eres tú el Profeta?». Respondió: «No». Y le dijeron: «¿Quién eres para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?». Él contestó: «Yo soy la voz que grita en el desierto: “Allanen el camino del Señor”, como dijo el profeta Isaías». Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: «Entonces, ¿por qué bautizas si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?» Juan les respondió: «Yo bautizo con agua; pero en medio de ustedes hay uno que no conocen, que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de su sandalia». Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan estaba bautizando.
COMENTARIO
El Evangelio de Juan comienza con el testimonio de Juan Bautista acerca de Jesús. Él se presenta como el prototipo de discípulo que no se apropia de la misión del mesías, pues confiesa no ser ni Cristo, ni Elías ni el Profeta; al contrario, se pone al servicio de Jesús como esa voz que clama en el desierto llamando a la conversión: «enderecen el camino del Señor”. En este tiempo, en que nos alegramos por el nacimiento del Salvador, la voz del Bautista nos sigue llamando a una conversión radical. La fuerza de su mensaje está avalada por el mismo Dios que lo ha enviado, pues aunque él no es la luz, fue enviado para dar testimonio de la luz que es Jesús. Solo si enderezamos nuestros caminos podremos llegar a feliz término con el Hijo de Dios, que ha venido a traernos la salvación.
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Enero
Sábado 09 -
San Julián
1Jn 5, 14-21; Sal 149, 1-6.9
EVANGELIO Jn 3, 22-30
En aquel tiempo, fue Jesús con sus discípulos a Judea, se quedó allí con ellos y bautizaba. También Juan estaba bautizando en Enón, cerca de Salín, porque había allí agua abundante; la gente acudía y se bautizaba. Juan todavía no había sido encarcelado. Se originó entonces una discusión entre un judío y los discípulos de Juan acerca de la purificación; ellos fueron a Juan y le dijeron: «Oye, Maestro, el que estaba contigo en la otra orilla del Jordán, de quien tú has dado testimonio, ése está bautizando, y todo el mundo acude a él». Contestó Juan: «Nadie puede atribuirse nada, si no se lo dan desde el cielo. Ustedes mismos son testigos de que yo dije: «Yo no soy el Mesías, sino que me han enviado delante de él». En una boda el que lleva a la esposa es el esposo; pero el amigo del esposo, que está allí y lo escucha, se llena de alegría al oír su voz. Por eso mi gozo es ahora completo. Es necesario que él crezca y que yo disminuya».
COMENTARIO
Juan Bautista es uno de los grandes personajes que surgieron en Israel a comienzos de nuestra era. Como se percibe en el texto del evangelio, él poseía muchos seguidores que se mostraban celosos porque el número de discípulos de Jesús estaba en creciente aumento, en detrimento de los seguidores de su propio maestro: Juan. Esos discípulos consideraban que Juan era el Maestro que tenían que seguir puesto que su predicación, su bautismo y sus obras en general antecedieron a Jesús. Sin embargo, es el mismo Juan Bautista quien aclara las cosas a sus propios discípulos. Él les muestra que Jesús es el novio del pueblo de Israel y que por eso lo mejor que las personas pueden hacer es dejar de seguir al Bautista y comenzar a seguir a Jesús. Contrariamente a lo que se podría pensar, Juan Bautista no es envidioso por el éxito de Jesús, sino que el sentimiento que experimenta al constatar que hay alguien mejor que él es el de la alegría. Su ejemplo y su predicación siguen resonando en este tiempo de navidad, cuando nos seguimos alegrando por escuchar la voz de Jesús y nos declaramos sus verdaderos discípulos.
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Enero
Sábado 16 -
San Marcelo
1Sam 9, 1-4.10.17-19; 10, 1a; Sal 20, 2-7
EVANGELIO Mc 2, 13-17
En aquel tiempo, Jesús salió de nuevo a la orilla del mar; y toda la gente acudía a él, y les enseñaba. Al pasar, vio a Leví, hijo de Alfeo, sentado junto al mostrador para cobrar los impuestos, y le dijo: «Sígueme». Él se levantó y lo siguió. Mientras Jesús comía en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores se sentaron con Él y sus discípulos, porque eran muchos los que lo seguían. Algunos escribas del grupo de los fariseos, al ver que comía con publícanos y pecadores, les dijeron a los discípulos: «¿Por qué come con publicanos y pecadores?». Jesús lo oyó y les dijo: «No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a los llamar a los justos, sino a los pecadores».
COMENTARIO
Jesús es compasivo y misericordioso con todos aquellos que necesitan de Dios. Una característica que se atribuía a los recaudadores de impuestos es la corrupción. Sin embargo, Jesús llama al seguimiento a uno de ellos. Se trata de Leví quien, ante las palabras de Jesús, dejó de perseguir al dinero y comenzó a seguir a Jesús. Sin embargo, los expertos en la ley de la época no vieron con buenos ojos esa que Jesús estuviera acompañado de gente de mala fama. Pero Jesús no estaba allí para volverse corrupto, sino para volverlos honestos. Por eso responde a las críticas con firmeza: “Los que están sanos no necesitan al médico. Yo no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores”. Jesús entonces no desprecia a nadie, ni a los leprosos, ni a los enfermos, ni a los paralíticos, ni a los pecadores, a todos nos quiere activos en la construcción de su Reino.
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Enero
Sábado 23 -
San Ildefonso
2Sam 1,1-27; Sal 79,2-3.5-7
EVANGELIO Mc 3,20-21
En aquel tiempo, Jesús fue a casa con sus discípulos, y se juntó de nuevo tanta gente que no los dejaban ni comer. Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque decían: «Está fuera de sí».
COMENTARIO
Grandes muchedumbres se reunían entorno a Jesús. Personas de diferentes lugares buscaban escuchar su Palabra, o ser testigos de las acciones que realizaba a favor de los necesitados. El evangelio de hoy también deja ver que esas muchedumbres ni siquiera lo dejaban comer. Cada quién tenía su propia opinión acerca de Jesús y de su forma de actuar. Para el endemoniando era el santo de Dios y para los espíritus impuros era el Hijo de Dios. La mayoría reconocía en Jesús, el poder de Dios Padre. Sin embargo, sus propios familiares no le reconocían ese poder. Ellos consideraron que el modo de actuar de Jesús se explicaba porque tenía algún problema psiquiátrico. Esta actitud de los familiares de Jesús refleja la actitud de muchas personas de nuestro tiempo que se niegan a reconocer el poder de Jesús y se alejan de él y de su proyecto de salvación.
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Enero
Sábado 30 -
Santa Martina
2Sam 12,1-7a.10-17; Sal 59,12-13.14-17
EVANGELIO Mc 4,35-41
Un día, al atardecer, Jesús dijo a sus discípulos: «Vamos a la otra orilla». Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, así como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se desató una fuerte tempestad, y las olas entraban en la barca hasta casi llenarla de agua. Jesús estaba en la popa, dormido sobre un almohadón. Lo despertaron, diciéndole: «¡Maestro! ¿No te importa que nos hundamos?». Se puso en pie, mandó al viento y ordeno al mar: «¡Silencio! ¡Cállate!». El viento cesó y vino una gran calma. Después les dijo: «¿Por qué son tan cobardes? ¿Aún no tienen fe?». Y llenos de gran temor se preguntaban unos a otros: «¿Pero quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen?».
COMENTARIO
Los discípulos confiaban en Jesús; veían en él no solo un maestro que se preocupaba por el conocimiento y la doctrina, sino que consideraban que Él era responsable por la integridad de todos aquellos a quienes había llamado a seguirlo. Esto explica el reclamo urgente que le hacen ante la inminencia de una muerte trágica: “¿no te importa que perezcamos?”. La perspectiva de Jesús es diferente. Para él la pregunta muestra la falta de fe de sus discípulos. Él espera una fe más radical, que implique una confianza absoluta, incluso en medo de las más angustiosas de las dificultades. Sin embargo, la primera acción de Jesús no se dirige al reproche por la falta de fe, sino que interviene para salvaguardar la vida de sus discípulos. Una vez que muestra cómo hasta el viento y el mar le obedecen, exige que también sus discípulos o hagan mediante la fe. Si las fuerzas de la naturaleza obedecen a Jesús, con mayor razón deben hacerlo sus discípulos.
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Enero
Domingo 03 -
Epifanía del Señor
Is 60,1-6; Sal 71,1-2.7-8.10-11.12-13; Ef 3,2-6
EVANGELIO Mt 2,1-12
Jesús nació en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes. Entonces, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo». Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó, y toda Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: «En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta: “Y tú, Belén, tierra de Judea, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judea, pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel”». Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles: «Vayan y averigüen cuidadosamente acerca del niño y, cuando lo encuentren, avísenme, para ir yo también a adorarlo». Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Y habiendo sido advertidos en sueños, para que no volvieran a donde estaba Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino.
COMENTARIO
Con la solemnidad de la epifanía celebramos la venida de Jesús, que no ocurre al margen o a escondidas del mundo sino de frente a él. De eso son testigos los magos venidos de oriente. Ellos no comparten la cultura, costumbres o religión del pueblo que vio nacer al Mesías. Sin embargo, mediante el ejercicio de la ciencia que practicaban reconocieron en el niño recién nacido al rey de los judíos. Al ser conscientes del gran acontecimiento que sucedía en Belén no se quedaron en la comodidad de su tierra, sino que quisieron ser parte de la historia y se presentaron en Jerusalén diciendo: “hemos venido a adorarlo”. En Herodes, el rey sediento de poder, encontraron un obstáculo, pues él no se alegró sino que se llenó de miedo al ver en Jesús un rival para su reinado. Pero la envidia de Herodes no impidió la misión de los magos que, finalmente, lograron adorar al niño. Como los magos del evangelio, actualmente, muchas personas –que directamente no se confiesan cristianas– se sienten, sin embargo, atraídas por las palabras y obras de Jesús y en muchos casos adoptan actitudes y comportamientos basados en sus enseñanzas. Esto demuestra que Jesús se sigue manifestando a todo el mundo. Su vida y su misión tienen un alcance universal y la vivencia de su evangelio puede realizarse en muchos lugares y bajo múltiples circunstancias.
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Enero
Domingo 10 -
Bautismo del Señor
Is 40,1-5.9-11; Sal 103,1-4.24-30; Tt 2,11-14; 3,4-7
EVANGELIO Lc 3,15-16.21-22
En aquel tiempo, el pueblo estaba a la expectativa, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: «Yo les bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él les bautizará con Espíritu Santo y fuego». Un día, cuando se bautizaba mucha gente, Jesús también se bautizó. Y, mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto».
COMENTARIO
Al celebrar el bautismo de Jesús, recordamos nuestro propio bautismo. Su actitud en ese acontecimiento ilumina nuestra propia vida cristiana. En ese contexto el evangelio resalta la actitud de oración que siguió al episodio del Bautismo de Jesús. Jesús apenas bautizado es un hombre de oración; esa actitud nos muestra su profunda relación de comunión con el padre Dios. Además, la voz que se deja oír del cielo completa la identidad de Jesús: “Este es mi Hijo amado”. Entonces hay por lo menos dos testimonios que dejan bien claro que el Mesías esperado es Jesús. Por una parte está Juan Bautista, de quien la gente se preguntaba si no sería él el Mesías. Él se refiere a Jesús como el que es más poderoso y bautiza no solo con agua sino con Espíritu Santo y Fuego. Por otra parte está el testimonio del Padre cuya voz deja bien claro que el elegido no es Juan sino el Mesías. Estamos llamados a escuchar las voces del Padre y del bautista a favor de Jesús y a mostrar con nuestras actitudes que somos sus seguidores y vivimos nuestra condición de Hijos de Dios.
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Enero
Domingo 17 -
II del Tiempo Ordinario
Is 62, 1-5; Sal 95, 1-3. 7-10; 1Cor 12,4-11
EVANGELIO Jn 2,1.11
En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda. Faltó el vino, y la madre de Jesús le dijo: «No les queda vino». Jesús le contestó: «Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora». Su madre dijo a los sirvientes: «Hagan lo que él les diga». Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Jesús les dijo: «Llenen las tinajas de agua». Y las llenaron hasta arriba. Entonces les mandó: «Saquen ahora un poco y llévenselo al mayordomo». Así lo hicieron. El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (sólo lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua), y entonces llamó al novio y le dijo: «Todo el mundo pone primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora». Así, en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria, y creció la fe de sus discípulos en él.
COMENTARIO
El evangelio de Juan fue escrito para acrecentar la fe de quienes lo leen. Sin embargo no se trata de una fe ciega sino de una respuesta sincera a las señales que Jesús realiza. El episodio de las bodas de Caná constituye la primera de esas señales al final de la semana inaugural del evangelio, que para el buen conocedor de la Biblia evoca la semana inaugural del Génesis en la que encontramos el primer relato de la creación. Por eso la trasformación del agua en vino subraya una nueva creación en la que el poder de Jesús va más allá de todo lo establecido. La señal realizada por Jesús sucede ante la insistencia segura de la madre. Los siervos siguieron las instrucciones de Jesús y como consecuencia hubo buen vino, allí donde faltaba. El texto hace énfasis en la consecuencia de esa señal, pues como efecto de ella los discípulos creyeron en él.
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Enero
Domingo 24 -
III del Tiempo Ordinario
Neh 8,2-4a.5-6.8-10; Sal 18; 1Cor 12,12-30
EVANGELIO Lc 1,1-4; 4,14-21
Ilustre Teófilo: Muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han cumplido entre nosotros, siguiendo las tradiciones transmitidas por los que primero fueron testigos oculares y luego predicadores de la palabra. Yo también, después de comprobarlo todo exactamente desde el principio, he resuelto escribir para ti, ilustre Teófilo, un relato ordenado a fin de que conozcas bien la solidez de las enseñanzas que has recibido. En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la región. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan. Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso de pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor». Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Y se puso a decirles: «Hoy se cumple esta Escritura que acaban de oír».
COMENTARIO
El inicio del evangelio de Lucas nos presenta la finalidad con la que se escribió. El autor quiere que Teófilo pueda apreciar la solidez de las enseñanzas que ha recibido. Este propósito del evangelio nos deja ver que la fe que Dios quiere no es ciega, sino que necesita fortalecerse mediante diversos instrumentos que él mismo pone a nuestro servicio. El evangelio de Lucas es uno de esos instrumentos, su lectura atenta nos conducirá, como a Teófilo, ha conocer la solidez del mensaje de Jesucristo que hemos recibido. El primer episodio del ministerio de Jesús en Galilea comienza a afianzar nuestra fe. Jesús no es un predicador o un profeta más que aparece en el siglo I. Jesús lee el texto del profeta Isaías y se manifiesta como es el cumplimiento de la Escritura. Ya no hay que esperara a otro, pues con él, las profecías del Antiguo Testamento cobran un nuevo sentido, que exige el seguimiento de Jesús.
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Enero
Domingo 31 -
IV del Tiempo Ordinario
Jr 1,4-5.17-19; Sal 70,1-6.15.17; 1Cor 12,31–13,13
EVANGELIO Lc 4,21-30
En aquel tiempo, comenzó Jesús a decir en la sinagoga: «Hoy se cumple esta Escritura que acaban de oír». Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios. Y decían: «¿No es éste el hijo de José?». Y Jesús les dijo: «Sin duda me recitarán aquel refrán: “Médico, cúrate a ti mismo”; haz también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún». Y añadió: «Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra. Les garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando no hubo lluvia del cielo tres años y seis meses, y el hambre azotó a todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio». Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo sacaron fuera del pueblo y lo llevaron a un barranco del monte sobre el que estaba edificada la ciudad con intención de despeñarlo. Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino.
COMENTARIO
En Nazaret, los paisanos de Jesús le reclaman prodigios similares a los que había realizado en Cafarnaún. Esta petición parece dar continuidad al efecto provocado por las Palabras de Jesús que se había proclamado como el cumplimiento de la profecía de Isaías, pues todos daban testimonio de Él y estaban admirados por sus palabras. Sin embargo, Jesús advierte que no va a realizar el prodigio solicitado. Entonces la actitud de la gente cambia radicalmente; pasa de la admiración por Jesús a la ira contra Él. Este cambio abrupto es común también en nuestro tiempo. Muchas veces estamos contentos con Jesús, lo alabamos y le agradecemos su mensaje. Pero otras, nos disgustamos con él porque no realiza en nuestras vidas lo que hemos oído que ha sucedido en Cafarnaún. Solo los verdaderos discípulos aceptan la totalidad del mensaje de Jesús sin escoger únicamente lo que les parece más conveniente.
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Enero
Lunes 04 -
Beata Ángela de Foligno
1Jn 3,22–4,6; Sal 2,7-8.11-12
EVANGELIO Mt 4,12-17.23-25
En aquel tiempo, al enterarse Jesús que habían encarcelado a Juan se dirigió a Galilea. Dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, junto al mar, en el territorio de Zabulón y Neftalí. Así se cumplió lo que había dicho el profeta Isaías: «País de Zabulón y país de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los paganos. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una gran luz; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brillo». Entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: «Conviértanse, porque está cerca el reino de los cielos». Recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo. Su fama se extendió por toda Siria y le traían todos los enfermos aquejados de toda clase de enfermedades y dolores, endemoniados, lunáticos y paralíticos. Y él los curaba. Y le seguían multitudes venidas de Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y Trasjordania.
COMENTARIO
El inicio del ministerio de Jesús ocurre en un momento concreto: después del arresto de Juan Bautista. También sucede en un lugar preciso, pues inicia en Cafarnaún, una pequeña ciudad a orillas del lago de Galilea. Allí el predica: “Conviértanse porque el Reino de los cielos está cerca”. Ese es el primer mensaje de Jesús: La conversión que significa volver vivir de acuerdo a los mandamientos de Dios. Su predicación era y sigue siendo la buena noticia que anima a los hombres y mujeres de ayer y de hoy. Sin embargo, Él no se queda predicando en Cafarnaún sino que recorrió toda la Galilea llevando la buena noticia y curando a la gente de todas sus enfermedades y dolencias. Esas acciones de Jesús fueron las que hicieron que su fama se extendiera más allá de las fronteras de su nación y que muchos lo siguieran.
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Enero
Lunes 11 -
San Higinio
1Sam 1,1-8; Sal 115,12-14.17.18-19
EVANGELIO Mc 1,14-20
Cuando arrestaron a Juan, Jesús se dirigió a Galilea a proclamar la Buena Noticia de Dios. Decía: «El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está llegando. Conviértanse y crean en la Buena Noticia». Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que echaban las redes al agua porque eran pescadores. Jesús les dijo: «Vengan conmigo y los haré pescadores de hombres». Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca remendando las redes, y en seguida los llamó. Ellos dejaron en la barca a su padre Zebedeo con los trabajadores, y se fueron con él.
COMENTARIO
Jesús inicia su misión. Él comienza a predicar el reino de Dios y expone la necesidad de la conversión. Él es el Mesías, el Hijo de Dios. Sin embargo, no actúa solo sino que llama a sus discípulos para sean pescadores de hombres. La orden que les imparte es sencilla, pero profunda: “¡Síganme!”. Se trata de proseguir el mismo camino del Maestro, puesto que el seguimiento es la característica distintiva de los discípulos. La disposición de los primeros discípulos –Simón, Andrés y los hijos del Zebedeo– es un paradigma para el seguimiento al que Jesús nos llama constantemente. Ellos no pusieron objeción al llamado que se les hacía y siguieron a Jesús inmediatamente. También hoy Jesús nos sigue llamando y espera de nosotros una disposición inmediata como la de los primeros discípulos que dejaron sus redes y lo siguieron.
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Enero
Lunes 18 -
Santa Prisca
1Sam 15,16-23; Sal 49,8-9.16-17.21.23
EVANGELIO Mc 2,18-22
En aquel tiempo, los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando. Vinieron unos y le preguntaron a Jesús: «¿Por qué tus discípulos no ayunan como lo hacen los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos?». Jesús les contestó: «¿Acaso pueden ayunar los amigos del novio, mientras el novio está con ellos? Mientras tengan al novio con ellos, no tiene sentido que ayunen. Llegará el día en que les quitarán al novio: ¡Aquel día sí que ayunarán!». «Nadie remienda un vestido viejo con un pedazo de tela nueva, porque el remiendo nuevo encoje y rompe el vestido viejo, y la rotura será mayor. Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino nuevo reventará los odres, y se perderán el vino y los odres. ¡Para vino nuevo, odres nuevos!».
COMENTARIO
Junto a la limosna y a la oración, el ayuno es una de las obras que de acuerdo a la tradición bíblica permiten la relación entre Dios y los seres humanos. El ayuno es una forma física de pedir la presencia de Dios. Por eso los discípulos de Jesús son acusados de irreverentes, pues si no ayunan es como si no estuvieran anhelando la presencia de Dios. Además, como son discípulos, la responsabilidad de su falta de ayuno recae en su Maestro Jesús. Por eso es que quien responde por la actitud de sus discípulos es Jesús. Para responder Jesús se atribuye el título de “novio”, que en el Antiguo Testamento se había atribuido a Dios para describir su relación con la novia –su pueblo–. Jesús no deja ayunar a sus discípulos porque lo tienen a Él; es decir que con su presencia, con sus palabras y acciones hace presente a Dios. Ellos no pueden ayunar, porque con Jesús, tienen a Dios; de manera que el ayuno les sería superfluo, pues ¿cómo pedir la presencia de Dios si ya la tienen?
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Enero
Lunes 25 -
Conversión de san Pablo
Hch 22,3-16; (Hch 9,1-22); Sal 116,1-2
EVANGELIO Mc 16,15-18
En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les ordenó: «Vayan por todo el mundo y proclamen la Buena Noticia a toda criatura. Quien crea y se bautice, se salvará, pero quien no crea, se condenará. Estas señales acompañarán a quienes crean: expulsarán demonios en mi nombre; hablarán lenguas nuevas; tomarán serpientes con sus manos y, si beben algún veneno, no les hará daño; impondrán las manos a los enfermos y los sanarán».
COMENTARIO
La obra salvífica de Jesucristo pudo trascender las fronteras de Judea y Galilea gracias al envío misionero que Jesús hizo a sus apóstoles. Él los envió por todo el mundo a predicar el Evangelio a toda la creación. En esas palabras se puede ver el alcance universal de la misión encomendada a los apóstoles. Se trata de ir por todo el mundo a predicar a todos. La tarea evangelizadora no puede restringirse a un grupo de personas o hacerse solo en algunos lugares. En general, después de la resurrección de Jesucristo, los apóstoles fueron por todo el mundo predicando. Sin embargo, el apóstol San Pablo fue el primero que predicó a todos y no únicamente a los judíos. Él consideró que el mensaje de Jesús también debía llegar a todos aquellos que no provenían del judaísmo y que los seguidores de Jesús ya no necesitaban someterse a la ley del Antiguo Testamento, sino que se salvaban por el infinito poder de Jesús.
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Enero
Martes 05 -
Santa Emiliana
1Jn 4,7-10; Sal 71,2-4.7-8
EVANGELIO Mc 6,34-44
En aquel tiempo, Jesús vio una multitud y se compadeció de ella, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles muchas cosas. Cuando se hizo tarde se acercaron sus discípulos a decirle: «Estamos en despoblado, y ya es muy tarde. Despídelos, que vayan a los pueblos y caseríos de alrededor y compren algo de comer». Él les respondió: «Denles ustedes de comer». Ellos le preguntaron: «¿Vamos a ir a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?». Él les dijo: «¿Cuántos panes tienen? Vayan a ver». Cuando lo averiguaron le dijeron: «Cinco, y dos peces». Él les mandó que hicieran recostarse a la gente sobre la hierba en grupos. Ellos los hicieron sentarse por grupos de cien y de cincuenta. Y tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran. Y repartió entre todos los dos peces. Comieron todos y se saciaron, y recogieron las sobras: doce canastas de pan y de peces. Los que comieron eran cinco mil hombres.
COMENTARIO
El episodio narrado en el evangelio ocurre después de que Jesús invita a sus discípulos a descansar. Juntos habían intentado infructuosamente alejarse de la multitud a través del Lago de Galilea. Pero la gente estaba tan esperanzada por la persona de Jesús, que corriendo por la orilla del lago habían llegado al lugar del desembarque, antes que él. Esta actitud de la gente hace que Jesús cambie de planes. Jesús aplaza indefinidamente su descanso y desempeña la función de maestro que todos le reconocían, así como se preocupa por el bienestar integral de quienes lo escuchan. Por eso, mientras que sus discípulos pretenden que la multitud se vaya a buscar alimento por sus propios medios, Jesús en persona ofrece el alimento que todos necesitan. Para ello tomó los cinco panes y los dos peces e hizo que comieran cinco mil hombres. De esa manera Jesús se manifiesta como un nuevo tipo de Maestro, que movido por la compasión se preocupa por el conocimiento y por bienestar integral de quienes lo siguen.
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Enero
Martes 12 -
San Modesto
1Sam 1,9-20; Sal de 1Sam 2,1.4-8
EVANGELIO Mc 1,21-28
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaún. Apenas llegó el sábado, Jesús fue a la sinagoga a enseñar. La gente se asombraba de su enseñanza, porque les hablaba con autoridad y no como los maestros de la Ley. Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu impuro, y se puso a gritar: «¿Qué tenemos que ver contigo, Jesús Nazareno?, ¿viniste a acabar con nosotros? Ya sé quién eres: ¡el Santo de Dios!». Jesús le ordenó al espíritu impuro: «¡Cállate y sal de ese hombre!». El espíritu impuro, lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos:«¿Qué es esto? Es una enseñanza nueva, con autoridad: ¡manda a los espíritus impuros y le obedecen!». La fama de Jesús, se divulgó rápidamente por todas partes, por toda la región de Galilea.
COMENTARIO
Después de llamar a los primeros discípulos, Jesús da inicio a su misión como maestro y lo hace en la sinagoga de Cafarnaún. Allí enseña con una característica que causa admiración entre la gente que lo escucha: lo hace con autoridad y no como los maestros de la Ley. Jesús ratifica esa autoridad especial de su enseñanza mediante la expulsión del espíritu impuro que aquejaba a uno de los presentes. Si los espíritus impuros obedecen a Jesús, con mayor razón deberíamos hacerlo cada uno de nosotros. En ese contexto Jesús se manifiesta como el Santo de Dios. De esa manera el episodio narrado en el evangelio nos invita a aceptar a Jesús como maestro; a sentir admiración por su enseñanza, pero sobre todo a vivir de acuerdo a esa enseñanza.
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Enero
Martes 19 -
San Mario
1Sam 16,1-13; Sal 88,20-22.27-28
EVANGELIO Mc 2,23-28
Un sábado, mientras Jesús atravesaba por unos sembrados, sus discípulos iban arrancando espigas al pasar. Los fariseos le dijeron: «¡Oye!, ¿Por qué hacen en sábado lo que no está permitido?». Jesús les respondió: «¿Nunca han leído lo que hizo David cuando él y sus compañeros tuvieron necesidad y sintieron hambre? ¿Cómo entró en la casa de Dios, en tiempo del sumo sacerdote Abiatar, comió los panes de la ofrenda que solo pueden comer los sacerdotes, y les dio también a sus compañeros»? Y añadió: «El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado. De manera que el Hijo del hombre es señor también del sábado».
COMENTARIO
Durante la época del Exilio en Babilonia, el Pueblo de Israel vivió el precepto del sábado no solo como una observancia religiosa sino como una característica de identidad nacional, que les permitió sobrevivir como pueblo sin ser absorbidos por otras culturas. Sin embargo, Jesús recuerda que la institución del sábado tenía como finalidad favorecer el bienestar del pueblo de Israel; que no fueran esclavos del trabajo todos los días, sino que el séptimo descansarán a ejemplo del creador que también descansó el séptimo día. La actitud de los discípulos parece contravenir la Ley de Dios; por eso los fariseos critican a Jesús que no hace respetar el sábado. La respuesta de Jesús enseña que ni Él ni sus discípulos desobedecen a Dios, pues la ley que prohíbe trabajar los sábados tiene como finalidad el ser humano y no al contrario y que cumplir las leyes de Dios sin entender su significado, puede ser la mejor manera de ir en su contra.
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Enero
Martes 26 -
Santos Timoteo y Tito
2Tim 1,1-8; o (Tt 1,1-5); Sal 95,1-2.3.7-8.10
EVANGELIO Lc 10,1-9
En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los envió por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos; rueguen, pues, al dueño de la mies que mande obreros a recogerla. ¡Pónganse en camino! Miren que los envío como corderos en medio de lobos. No lleven bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Cuando entren en una casa, digan primero: “Paz a esta casa.” Y, si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos la paz; si no volverá a ustedes. Quédense en la misma casa, coman y beban de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No vayan cambiando de casa. Si entran en un pueblo y los reciben bien, coman lo que les pongan, curen a los enfermos que haya, y digan: “Está cerca de ustedes el reino de Dios”. Cuando entren en un pueblo y no los reciban, salgan a la plaza y digan: “Hasta el polvo de esta ciudad, que se nos ha pegado a los pies, lo sacudimos sobre ustedes. De todos modos, sepan que está cerca el reino de Dios».
COMENTARIO
La tarea de los seguidores de Jesús no fue la de espectadores pasivos de su misión. Al contrario, después de haber estado con Jesús, tienen la capacidad de ir delante de él, predicando en nombre suyo. Jesús confía en los setenta y dos enviados, así como confía hoy en los tantos hombres y mujeres que en nombre de Jesús predican su mensaje. El evangelio muestra que Jesús encomienda a sus enviados realizar las mismas obras que él hacía, pues reciben la orden de sanar a los enfermos. De la misma manera el contenido de la predicación anticipa el mensaje de Jesús: “El reino de Dios se ha acercado”. La Iglesia tiene hoy la misión de continuar la obra de Jesús. Cada cristiano tiene el compromiso de llevar la paz, la salvación y el mensaje de Cristo a todos los hermanos, de modo especial a aquellos que sufren. Ya así como los enviados del siglo I, también los enviados del siglo XXI reciben la formación y la asistencia constante del mismo Jesús.
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Enero
Miércoles 06 -
Santa Wilma
1Jn 4,11-18; Sal 71,1-4.7-8
EVANGELIO Mc 6,45-52
En aquel tiempo, después de la multiplicación de los panes, Jesús en seguida obligó a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran hacia la orilla de Betsaida, mientras él despedía a la gente. Y después de despedirse de ellos, se retiró al monte a orar. Llegada la noche, la barca estaba en medio del mar, y Jesús, solo, en tierra. Viendo que remaban con dificultad, porque tenían viento en contra, a eso de la madrugada, fue hacia ellos caminando sobre el mar, e hizo como si pasara de largo. Ellos, viéndolo caminar sobre el mar, pensaron que era un fantasma y dieron un grito, porque al verlo se habían asustado. Pero él les habló en seguida y les dijo: «Ánimo, soy yo, no tengan miedo». Entró en la barca con ellos, y el viento se calmó. Ellos estaban llenos de estupor, pues no habían comprendido el milagro de los panes, porque tenían la mente embotada.
COMENTARIO
Jesús había querido descansar con sus discípulos, pero su compasión hacia los necesitados hizo que ese descanso se postergara hasta después de la multiplicación de los panes. El evangelio de hoy nos muestra otra dimensión importante de Jesús: La oración. Jesús enseña y hace muchas obras en nombre de Dios, porque tiene una relación profunda con Él: “Jesús se fue al monte a orar”. Es ese Jesús de oración que no espera que sus discípulos vayan a él, sino que al verlos en medio de la fatiga y con el viento contrario va hacia ellos y disipa sus miedos con sus palabras: “¡Ánimo!, soy yo, no teman”. Jesús no aconseja desde la distancia a los discípulos, sino que sube a la barca con ellos. Los acompaña en su travesía, aunque ellos no entiendan el sentido de lo que hace. Jesús también acompaña a su Iglesia peregrina en la tierra y sigue dándonos su palabra, para que lo reconozcamos como aquel que es capaz de hacer de nuestra travesía por el mundo, una vida llena de Dios que llega a su puerto, aun con el más terrible viento en contra.
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Enero
Miércoles 13 -
San Hilario
1Sam 3, 1-20; Sal 39, 2.5.7-10
EVANGELIO Mc 1, 29-39
En aquel tiempo, al salir Jesús y sus discípulos de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre; se lo dijeron a Jesús y él se acercó, la tomó de la mano y la levantó. Entonces se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Al atardecer, cuando ya se había puesto el sol, le llevaban todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos que sufrían de diversos males y expulsó a muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar. Se levantó de madrugada, se fue a un lugar solitario y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: «Todo el mundo te busca». Él les respondió: «Vamos a otra parte, a los pueblos cercanos, para predicar también allí; que para eso he venido». Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando a los demonios.
COMENTARIO
En la primera parte del evangelio podemos ver la acción de Jesús a favor de la suegra de Simón. Con ello, Él nos muestra su preocupación por el bienestar de los enfermos y ella no permanece para siempre aquejada por la enfermedad, sino que gracias a la acción de Jesús se pone a su servicio. Sin embargo, además de favorecer a la suegra de su discípulo, la acción de Jesús se extiende a todos los endemoniados y enfermos de Cafarnaún. Esto demuestra que Él no hace acepción de personas sino que está al servicio de todos los que lo necesitan. Pero, además del furor de la acción, Jesús se dispone también a la oración. Así nos enseña que es el Padre quien verdaderamente fundamenta su quehacer a favor de los necesitados. A pesar del éxito de su predicación en Cafarnaún, Jesús no permaneció allí sino que fue con sus discípulos por toda Galilea; de esa manera nos enseña a que busquemos la mejor manera de hacer que nuestras buenas obras lleguen al mayor número de personas.
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Enero
Miércoles 20 -
San Sebastián
1Sam 17, 32-33.37.40-51; Sal 143,1-2.9-10b
EVANGELIO Mc 3, 1-6
En aquel tiempo, entró Jesús otra vez en la sinagoga, y había allí un hombre que tenía una mano paralizada. Y los fariseos, con intención de acusarlo, lo vigilaban para ver si lo curaba en sábado. Jesús dijo al hombre que tenía la mano paralizada: «Levántate y ponte ahí en medio». Y a ellos les preguntó: «¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?». Pero ellos se quedaron callados. Entonces, Jesús mirándolos con indignación a los que lo rodeaban y apenado por la dureza de sus corazones, le dijo al hombre: «¡Extiende la mano». La extendió y la mano quedó restablecida. En cuanto salieron de la sinagoga, los fariseos se reunieron con los herodianos de Herodes para buscar el modo de acabar con Jesús.
COMENTARIO
Las acciones de Jesús a favor de los necesitados no tienen límites. Al parecer el hombre con la mano paralizada tiene en su contra que se encuentra con Jesús un sábado. Para quienes cumplen solo la letra de la ley es más importante su cumplimiento externo que su verdadero cumplimiento, que conlleva a la promoción integral del ser humano. Por eso Jesús se entristece y, aún sabiendo que lo estaban espiando para tener de qué acusarlo, actúa a favor de la vida y realiza la sanación del hombre con la mano paralizada. Jesús se sigue manifestando con el poder de Dios incluso en el contexto hostil caracterizado por los fariseos. Con ello nos enseña también a actuar de acuerdo a la propia conciencia, a pesar de que dicha actuación traiga problemas; como en el caso de Jesús, pues a partir de entonces los fariseos se pusieron de acuerdo con los partidarios de Herodes para asesinar a Jesús.
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Enero
Miércoles 27 -
Santa Ángela Merici
2Sam 7,4-17; Sal 88,4-5.27-28.29-30
EVANGELIO Mc 4, 1-20
En aquel tiempo, Jesús se puso a enseñar otra vez a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que tuvo que subirse a una barca; mientras tanto la multitud se quedó en la orilla. Él les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas, y esto era lo que les enseñaba: «¡Escuchen! Un sembrador salió a sembrar; mientras sembraba, parte de la semilla cayó al borde del camino, vinieron los pájaros y se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra y; como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, la quemó y, por falta de raíz, se secó. Otra parte cayó entre espinos; crecieron los espinos y la ahogaron, y no dio fruto. Y otras semillas cayeron en tierra fértil: y dieron fruto: fueron creciendo y desarrollándose; y la cosecha fue del treinta o del sesenta o del ciento por uno». Jesús añadió: «El que tenga oídos para oír, que oiga». Cuando Jesús se quedó solo, los que estaban a su alrededor junto con los Doce le preguntaban el sentido de las parábolas. Él les dijo: «A ustedes se les ha confiado los misterios del Reino de Dios; en cambio, a los de fuera todo se les presenta en parábolas, para que “por más que miren, no vean; por más que oigan, no entiendan, a no ser que se conviertan y alcancen el perdón”». Y añadió: «¿No entienden esta parábola? entonces ¿Como van a entender las demás?». «El sembrador siembra la palabra. Hay unos que están al borde del camino donde se siembra la palabra; pero, en cuanto la escuchan, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos. Hay otros que reciben la semilla en terreno pedregoso; al escuchar la Palabra, la acogen con alegría, pero no tienen raíces, son inconstantes y, cuando viene una dificultad o persecución a causa de la palabra, en seguida sucumben. Hay otros que reciben la semilla entre espinos; estos son los que escuchan la palabra, pero los afanes de la vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás los invaden, ahogan la palabra, y se queda estéril. Los otros son los que reciben la semilla en tierra buena; escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha del treinta o del sesenta o del ciento por uno».
COMENTARIO
El evangelio nos presenta las parábolas como el modo predilecto de la predicación de Jesús y dentro de ellas se destaca la parábola del sembrador. Mediante ella, Jesús nos enseña que el éxito de la misión evangelizadora no depende exclusivamente del evangelizador/sembrador. Estamos llamados a ser sembradores alegres de la Palabra de Dios, siguiendo el ejemplo del sembrador de la parábola. Él no evita sembrar en ningún terreno, pues siembra la semilla por doquier: en el camino, entre las piedras, entre los espinos y, también, en la tierra buena. Muchas veces nos desanimamos porque pensamos estar ante personas que no van a recibir adecuadamente la predicación de la Palabra. La parábola del sembrador nos enseña a dar testimonio de Jesús, esa es nuestra misión: velar para ofrecer una semilla de calidad a todas las personas de nuestro ambiente. ¿Cuál es nuestra actitud ante esta misión? ¿Sembramos con amor y alegría la semilla del Reino de Dios en las circunstancias que nos rodean?
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Enero
Jueves 7 -
San Raimundo de Peñafort
1Jn 4,19–5,4; Sal 71,1-2.14-15.17
EVANGELIO Lc 4,14-22a
En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu, y su fama se extendió por toda la región. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan. Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor». Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles: «Hoy se cumple esta Escritura que acaban de oír». Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios.
COMENTARIO
El evangelio de Lucas nos presenta a Jesús proclamándose como el cumplimiento de la profecía de Isaías. Jesús hace suyas las palabras del profeta y se manifiesta en Cafarnaún como consagrado por el Espíritu Santo. Es precisamente gracias a esa consagración especial que Él recibe y desempeña la misión de llevar la buena noticia a los pobres, de anunciar la libertad a los presos, dar la vista a los ciegos, poner en libertad a los oprimidos y anunciar el año favorable del Señor. La misión de Jesús es la más grande que se haya desarrollado sobre la tierra. La lectura del evangelio nos narra cómo todo eso que Él se propuso en la sinagoga de Cafarnaún, lo fue cumpliendo hasta llegar a la cruz y a la resurrección. De acuerdo al texto propuesto por la liturgia de hoy, el cumplimiento de la misión de Jesús tiene solo una explicación: su consagración por parte del Espíritu Santo. Espíritu que anima la vida de las comunidades y de las personas, para que también hoy la Palabra de Dios siga siendo anunciada y vivida como buena noticia por todos nosotros.
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Enero
Jueves 14 -
San Félix
1Sam 4, 1-11; Sal 43, 10-11.14.15.24-25
EVANGELIO Mc 1, 40-45
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: «Si quieres, puedes limpiarme». Jesús sintió compasión, extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Quiero: queda limpio». La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente: «No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés». Pero él salió y se puso a pregonarlo y a divulgar el hecho, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba afuera, en descampado; y aun así acudían a él de todas partes.
COMENTARIO
En el encuentro de Jesús con el leproso se destaca la acción de este último. La lepra es una enfermedad terriblemente contagiosa. El medio más eficaz que existía en la antigüedad para combatirla era prevenir su contagio evitando que los infectados contactaran a otras personas. Por eso los leprosos tenían que vivir fuera de las ciudades evitando todo contacto con los demás. Por eso, llama la atención que Jesús no huya del leproso, como lo establecían los protocolos sanitarios de la época, sino que lo toca. Esa actitud es más diciente que el hecho mismo de la curación física. Lo que aquejaba más al leproso no era la enfermedad en sí mismo sino el hecho de perder el contacto con los demás seres humanos. Con el toque de Jesús se le devuelve la humanidad al enfermo de lepra, quien desobedece la indicación de Jesús de presentarse al sacerdote. Él con su humanidad recuperada va a contar, va a hablar, va a encontrar a sus semejantes de quienes se había alejado a causa de su enfermedad.
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Enero
Jueves 21 -
Santa Inés
1Sam 18,6-9; 19, 1-7; Sal 55,2-3.9-10.11-14a
EVANGELIO Mc 3, 7-12
En aquel tiempo, Jesús se retiro con sus discípulos a la orilla del mar, y lo siguió una muchedumbre de Galilea. Al enterarse de las cosas que hacía, acudía mucha gente de Judea, de Jerusalén y también de Idumea, Transjordania y los alrededores de la región de Tiro y Sidón. Entonces Jesús encargó a sus discípulos que le prepararan una barca para que la muchedumbre no lo apretujara. Como había curado a muchos, todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo. Cuando los espíritus impuros lo veían se postraban ante él, gritando: «¡Tú eres el Hijo de Dios!». Pero Él les prohibía severamente que lo diesen a conocer.
COMENTARIO
La gente que acude Jesús no proviene solamente de Galilea, sino que vienen de muchos lugares, atraídos por la fama de sus buenas obras, por la coherencia de su vida y por la honestidad de sus palabras. Jesús no busca la fama, pero tampoco escapa de la multitud, lleno de misericordia sirve y ayuda a los más necesitados; especialmente a los enfermos y a los endemoniados. Paradójicamente quienes lo reconocen como Hijo de Dios son estos últimos. Solo las realidades que no pertenecen a este mundo saben que lo que Jesús hace y dice no proviene de la magia o de cualquier otro tipo de poder, sino de su condición de Hijo de Dios. Sin embargo, Jesús los hace callar porque no ha venido al mundo para ser reconocido como Hijo de Dios por espíritus impuros, sino por los hombres y mujeres que necesitamos ser salvados por Él.
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Enero
Jueves 28 -
Santo Tomás de Aquino
2Sam 7,18-19.24-29; Sal 131,1-2.3-5.11-12-13-14
EVANGELIO Mc 4,21-25
En aquel tiempo, dijo Jesús a la multitud: «¿Acaso se trae una lámpara para ponerla debajo de un cajón o debajo de la cama? ¿No es más bien para ponerla sobre el candelero? Porque no hay nada secreto que no deba manifestarse, y si algo ha sido ocultado, será sacado a la luz. ¡El que tenga oídos para oír, que oiga!». Les dijo también: «Atención a lo que están oyendo: La medida con que ustedes midan, se usará para medir lo que reciban, y se les dará mucho más todavía. Porque al que tiene se le dará, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene».
COMENTARIO
Jesús predica el reino de Dios. Sin embargo, se trata de una realidad difícil de comprender para quienes lo escuchan. Por eso, Jesús usa parábolas que ilustran su naturaleza, su funcionamiento, sus requisitos o sus consecuencias. Con la parábola de la lámpara que se pone en un lugar visible Jesús nos exhorta a no avergonzarnos de la propia fe ni esconder nuestra adhesión a Jesucristo. Al contrario, nuestras buenas obras, fruto del seguimiento decidido a Jesús, deben ser expuestas como parte de nuestra propia vida, mediante el testimonio constante que se nos exige. La siguiente parábola ilumina también la vida diaria y las relaciones que existen entre las personas. Con la medida con que midamos, seremos medidos. Estas palabras se constituyen en un consejo para que el reino de Dios se instaure en nuestra sociedad. Si medimos con perdón, alcanzaremos una sociedad de perdón. Lo mismo ocurre si nuestra actitud ante los demás es de justicia, de amor, de paz, de reconciliación, de solidaridad o de cualquier otro valor del evangelio que deseamos para nuestra vida.
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