EVANGELIO DEL DÍA
Febrero
Lunes 1 -
San Severo
2Sam 15,13-14.30; 16, 5-13; Sal 3,2-7
EVANGELIO Mc 5,1-20
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a la otra orilla del mar, en la región de los gerasenos. Apenas desembarcó, le salió al encuentro, desde el cementerio, donde vivía en los sepulcros, un hombre poseído por un espíritu inmundo; ni con cadenas podía ya nadie sujetarlo; muchas veces lo habían sujetado con grilletes y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba los grilletes, y nadie podía dominarlo. Se pasaba el día y la noche en los sepulcros y en los montes, gritando e hiriéndose con piedras. Viendo de lejos a Jesús, vino corriendo, se postró ante él y gritó con fuerza: «¿Qué tienes que ver conmigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Por Dios te lo pido, no me atormentes». Porque Jesús le estaba diciendo:«Espíritu inmundo, sal de este hombre». Jesús le preguntó: «¿Cómo te llamas?». Él respondió: «Me llamo Legión, porque somos muchos». Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella región. Había cerca una gran piara de cerdos comiendo en la falda del monte. Los espíritus le rogaron: «Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos». Él se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y la piara, unos dos mil, se precipitó al mar desde lo alto del acantilado y se ahogó en el mar. Los que cuidaban los cerdos huyeron y dieron la noticia en el pueblo y por los campos. Y la gente fue a ver qué había pasado. Se acercaron a Jesús y vieron al endemoniado que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio. Se quedaron espantados. Los que lo habían visto les contaron lo que había pasado al endemoniado y a los cerdos. Ellos le rogaban que se alejara de su territorio. Mientras se embarcaba, el que había estado endemoniado le pedía estar con él. Pero no se lo permitió, sino que le dijo: «Vete a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo y que ha tenido misericordia de ti». El hombre se fue y empezó a proclamar por la Decápolis lo que Jesús había hecho con él; todos se admiraban.
COMENTARIO
El endemoniado de Gerasa no es libre, está poseído y quiere liberarse. Es un deseo inmediato que lo manifiesta corriendo hasta Jesús e implora su intervención. Ese deseo de liberación se hace realidad, porque el hombre que había tenido que vivir alejado de la gente, finalmente puede estar en su sano juicio. Por su parte la legión de demonios que antes había atraído al hombre hacia las tumbas, lugar de muerte, enseguida llevó a la piara de cerdos a la autodestrucción. Jesús se manifiesta como liberador y dador de vida y de bienestar. Sin embargo ese actitud no es acogida por todos hay gente que se opone al actuar de Jesús, como los habitantes de la región, que no quieren la intervención de Jesús y le piden que se marche. Esta actitud hostil, se opone a la del hombre liberado por Jesús; gracias a su testimonio mucha gente quedaba admirada.
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Febrero
Lunes 08 -
San Jerónimo Emiliani
1Re 8,1-7.9-13; Sal 131, 6-10
EVANGELIO Mc 6, 53-56
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos, después de atravesar el lago llegaron a Genesaret y atracaron allí. Al desembarcar, algunos reconocieron enseguida a Jesús, y se pusieron a recorrer toda la región para llevar en camilla a los enfermos, hasta el lugar donde sabían que Él estaba. Dondequiera que Jesús iba, pueblos, ciudades y aldeas, colocaban a los enfermos en la plaza y le rogaban que les dejase tocar al menos el borde de su manto. Y todos los que lo tocaban quedaban sanos.
COMENTARIO
Las obras que ha hecho Jesús a favor de los más necesitados permiten que en Galilea todos lo reconozcan. La fe de las personas en su poder en tan grande que ni siquiera buscan interactuar en privado con Jesús; para ellos es suficiente que Jesús toque a los enfermos para que estos sean sanados. Las acciones de la gente dejan ver dos actitudes. La primera respecto a los enfermos y la segunda respecto a Jesús. En primer lugar, la búsqueda de la sanación para los enfermos deja ver el cuidado de la gente por ellos. No son los enfermos los que van por sí solos a las calles y caminos por donde pasa Jesús. Son sus familiares y amigos los que los llevan allí. Por otra parte, la gente confía en el poder de Jesús, por eso le llevan los enfermos, para que estos queden sanos por el toque de Jesús.
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Febrero
Lunes 15 -
Santos Faustino y Jovita
Lv 19,1-2.11-18; Sal 18, 8-11a.15
EVANGELIO Mt 25,31-46
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: “Vengan ustedes, benditos de mi Padre; hereden el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, fui forastero y me dieron hospedaje, estuve desnudo y me vistieron, enfermo y me visitaron, en la cárcel y vinieron a verme”. Entonces los justos le contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber? ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?, ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?”. Y el rey les dirá: “Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, conmigo lo hicieron”. Y entonces dirá a los de su izquierda: “Apártense de mí, malditos, váyanse al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y ustedes no me dieron de comer, tuve sed y no me dieron de beber, fui forastero y no me hospedaron, estuve desnudo y ustedes no me vistieron, enfermo y en la cárcel y no me visitaron”. Entonces también éstos contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?”. Y él entonces les responderá: “Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo”. Y estos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna».
COMENTARIO
El criterio para ser considerados bendecidos por el Padre y, por tanto, recibir el reino de Dios, es claro. Se trata del ejercicio concreto del amor al prójimo, que se traduce acciones concretas de solidaridad hacia los más pobres y necesitados; hacia los que tienen hambre o sed, o carecen de vestido o están enfermos o en la cárcel. El mensaje de Jesús al respecto no deja lugar a dudas, pues actuar a favor de las personas más pobres significa actuar a favor de Jesús. Con la parábola del juicio de las naciones, Jesús nos invita a no dejar pasar ninguna oportunidad de servirlo a Él en nuestros hermanos más humildes.
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Febrero
Lunes 22 -
Cátedra de san Pedro
1Pe 5,1-4; Sal 22, 1-6
EVANGELIO Mt 16, 13-19
En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?». Ellos contestaron: «Unos dicen que es Juan el Bautista, otros que es Elías, y otros que Jeremías o uno de los profetas». Entonces Jesús les preguntó: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?». Simón Pedro respondió: «¡Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo!». Jesús le respondió: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ningún hombre mortal, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y los poderes del abismo no la vencerán. Te daré las llaves del Reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo».
COMENTARIO
La actividad de Jesús causaba perplejidad entre sus contemporáneos. Sus acciones y sus palabras hacían que fuera identificado de las más diversas maneras. Para algunos era Juan Bautista que habría regresado de la muerte tras su martirio; para otros, Elías, cuyo retorno era esperado por los judíos. También era considerado un profeta, al estilo de Moisés. Sin embargo, para sus discípulos –y en especial para Pedro– Jesús es el Mesías. Esta consideración es posible, como fruto del auténtico y decidido seguimiento de Jesús, quien al constatar la fe de Pedro, lo constituye en piedra fundacional de la Iglesia. Nuestra fe tiene sentido porque se basa en Jesucristo, el Hijo del Dios viviente.
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Febrero
Lunes 29 -
San Marino
2Re 5,1-15a; Sal 41, 2-3; 42,3-4
EVANGELIO Lc 4, 24-30
En aquel tiempo, dijo Jesús en la sinagoga de Nazaret: «Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra. Les garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando no hubo lluvia del cielo tres años y seis meses, y el hambre azotó a todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio». Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte sobre el que estaba edificada la ciudad, con intención de despeñarlo. Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino.
COMENTARIO
Los paisanos de Jesús pensaban que por el simple hecho de compartir sus orígenes tenían derecho a la salvación de Dios que llegaba a través de Él. Sin embargo, lo que Jesús exige no es la cercanía cultural sino la disposición de un corazón abierto. Paradójicamente, en un contexto de desprecio a los que no comparten la cultura judía, pone como ejemplo de la benevolencia de parte de Dios a dos extranjeros. El primero se trata de Naamán, general del rey de Siria, quien mediante la intervención del profeta Eliseo fue sanado de la lepra. Jesús también recuerda el caso de la viuda de Sarepta que fue preferida sobre muchas viudas en Israel, y gracias a su generosidad a favor de Elías fue bendecida por Dios y librada de la hambruna. Con estos ejemplos, Jesús nos invita a no creernos ya salvados y a librarnos de cualquier falsa pretensión. Los paisanos se sintieron ofendidos por Jesús; ¿también nosotros queremos despeñarlo de nuestro corazón? O ¿acogemos con humildad su invitación a la conversión?
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Febrero
Martes 02 -
Presentación del Señor
Mal 3,1-4; Sal 23,7-10; Heb 2,14-18
EVANGELIO Lc 2,22-40
Cuando llegó el tiempo de la purificación de María, según la ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén, para presentarlo al Señor, (de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor»), y para entregar la oblación, (como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas y dos pichones»). Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu Santo, fue al templo. Cuando entraban, con el niño Jesús, sus padres (para cumplir con lo previsto por la ley), Simeón lo tomó en sus brazos y bendijo a Dios diciendo: Ahora, Señor, según tu promesa puedes dejar a tu siervo irse en paz; porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel. José y María la madre de Jesús estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo diciendo a María, su madre: Mira. Este está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma. Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y llevaba ochenta y cuatro años de viuda; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel. Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.
COMENTARIO
Para cumplir la ley escrita en el libro del Éxodo, Jesús es consagrado a Dios en el templo de Jerusalén. Con esa presentación se pone de manifiesto que Jesús le pertenece totalmente a Dios. Mediante esa consagración el anciano Simeón, justo y piadosos reconoce a Jesús como el Mesías, cuya salvación llega a todos los pueblos. Además de Simeón, la profetisa Ana también asiste al episodio. Ella se caracterizaba por ser una mujer de oración y con la autoridad y experiencia de Dios suficientes para hablar del niño Jesús a quienes esperaban la liberación de Jerusalén. En nuestro tiempo, el verdadero cristiano es aquel que con su vida muestra la propia pertenencia a Dios. Cuando nos consagramos a Dios, todas nuestras acciones, son reflejo de esa condición especial que recordamos hoy.
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Febrero
Martes 09 -
Santa Apolonia
1Re 8,22-23.27-30; Sal 83, 3-5.10-11
EVANGELIO Mc 7, 1-13
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos escribas de Jerusalén, y observaron que algunos de sus discípulos comían con las manos impuras, es decir, sin lavarse las manos. Es que los fariseos, como los judíos en general, no comen sin lavarse antes cuidadosamente las manos, siguiendo la tradición de sus antepasados; ni comen lo que traen del mercado sin antes purificarlo. Además se aferran a otras muchas tradiciones, como el lavado de los vasos, de las jarras y de las ollas. Entonces los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: «¿Por qué tus discípulos comen con las manos impuras y no siguen la tradición de nuestros antepasados?». Él les respondió: «Bien profetizó Isaías de ustedes, ¡hipócritas!, tal como está escrito: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me dan culto, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos”. Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres». Y les dijo también: «¡Por guardar su tradición, ustedes han dejado de lado el mandamiento de Dios! Porque Moisés dijo: “Honra a tu padre y a tu madre” y “el que maldiga a su padre o a su madre será condenado a muerte”; ustedes en cambio afirman: Que si uno le dice a su padre o a su madre: “Los bienes con los cuales podría ayudarles los ofrezco al Templo”, de esa manera ya no podrían hacer nada por su padre o por su madre. De esta manera anulan la palabra de Dios por la tradición que ustedes mismos se han transmitido. ¡Y como estas, hacen muchas otras cosas más!».
COMENTARIO
Los fariseos se preocupan por cumplir externamente la Ley. Por eso critican a Jesús por la actitud de sus discípulos, que no siguen la tradición de los antepasados. Sin embargo, Jesús enseña que el cumplimiento exterior de la ley no es lo más importante, pues nos puede suceder como a los fariseos que, por mantener las propias tradiciones, pasaban por alto el espíritu de la ley de Dios. Para Jesús es incomprensible que so pretexto de cumplir la ley se atente contra la misma ley que ordena el auxilio y ayuda necesaria a los padres. Jesús no permanece indiferente ante la crítica de los fariseos, sino que les responde poniendo en evidencia el desatino del cumplimiento ciego y meramente externo de la ley. También nos invita a vivir la ley de verdad, preocupándonos por el bienestar integral de nuestro prójimo, especialmente de los más necesitados.
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Febrero
Martes 16 -
San Elías
Is 55,10-11; Sal 33, 4-7.16-19
EVANGELIO Mt 6, 7-15
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando oren, no usen muchas palabras, como hacen los paganos, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No hagan como ellos, porque el Padre de ustedes, ya sabe lo que a ustedes les hace falta antes de que se lo pidan. Ustedes oren así: “Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal”. Porque si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes».
COMENTARIO
La oración es una característica que acompaña la mayor parte de las experiencias religiosas del ser humano. Es un espacio de diálogo entre la creatura y su creador; por tanto su eficacia radica en la relación interpersonal entre ellos y no en el subseguirse de meras fórmulas que se repiten, como ocurría en el ambiente de la época de Jesús. Él nos enseña que la oración no consiste en una exposición de motivos o necesidades, pues Dios ya sabe lo que necesitamos, mucho antes que se lo pidamos. Jesús nos enseña el Padre Nuestro como modelo de oración, como espacio de diálogo y de encuentro personal con Dios, mediante el cual nos comprometemos a cumplir su voluntad.
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Febrero
Martes 23 -
San Policarpo
Is 1,10.16-20; Sal 49, 8-9.16-17.21-23
EVANGELIO Mt 23, 1-12
En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: hagan y cumplan lo que les digan; pero no hagan lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen. Ellos hacen fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos ni siquiera a moverlos con un dedo. Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame maestros. Ustedes, en cambio, no se dejen llamar ‘maestro’, porque uno solo es su Maestro, y todos ustedes son hermanos. Y en la tierra a nadie llamen ‘padre’, porque uno solo es el Padre de ustedes, el del cielo. No se dejen llamar ‘consejeros’, porque uno solo es su Consejero, Cristo. El primero entre ustedes sea servidor de los demás. El que se engrandece será humillado, y el que se humilla será engrandecido».
COMENTARIO
Jesús no critica la enseñanza de los escribas y fariseos; se opone abiertamente a la falta de coherencia entre su predicación y su forma de vida. Por eso, nos llama a la coherencia de vida y a la humildad. Una práctica concreta criticada y prohibida por Jesús es la de hacer las cosas buscando el reconocimiento de los demás. Jesús no quiere una Iglesia donde unos sean más importantes que otros, sino donde todos seamos hermanos, con la misma dignidad y donde Él sea nuestro único Maestro y guía. Para ello nos pide aplicar el criterio del servicio como instrumento de verdadera grandeza en la comunidad.
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Febrero
Miércoles 03 -
Santos Blas y Oscar
2Sam 24,2.9-17; Sal 31,1-2.5-7
EVANGELIO Mc 6, 1-6
En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: «¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada? ¿Y esos grandes milagros que se realizan por sus manos? ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas, ¿no viven aquí entre nosotros?». Y quedaron desconcertados a causa de Él. Jesús les dijo: «¡Un profeta es despreciado solamente en su tierra, en su familia y en su casa!». Y no pudo hacer allí ningún milagro, solo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se quedo asombrado de su falta de fe. Y recorría los pueblos de los alrededores, enseñando a la gente.
COMENTARIO
En su tierra de Nazaret, Jesús se revela como maestro que actúa de una manera especial. En primer lugar, su enseñanza provoca admiración, pues está llena de sabiduría. También los milagros que hace causan estupor. Sin embargo, la gente no alcanza a comprender cómo alguien que ha crecido entre ellos es capaz de decir y hacer cosas tan maravillosas. Esa gente prefiere negar lo evidente. Creen conocer a Jesús porque crecieron a su lado y se niegan a aceptarlo mediante la fe. Esa obstinación en la incredulidad impide la obra de Jesús, quien no realiza allí ningún milagro. Al estupor de sus paisanos, corresponde el asombro de Jesús ante la actitud de la gente que no cree en Él. En nuestros días hay muchas personas que se admiran externamente ante la persona de Jesús, pero son incapaces de tener una auténtica fe en Él. La incredulidad de hoy sigue siendo un obstáculo para la obra de Jesús.
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Febrero
Miércoles 10 -
Miércoles de Ceniza
Jl 2,12-18; Sal 50,3-6a.12-14.17; 2Cor 5,20–6,2
EVANGELIO Mt 6,1-6.16-18
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Tengan cuidado de no practicar las buenas obras delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendrán recompensa del Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; les aseguro que ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando ustedes oren, no sean como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Les aseguro que ya han recibido su recompensa. Tú en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando ayunen, no pongan cara triste, como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Les aseguro que ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará».
COMENTARIO
En el sermón de la montaña encontramos la perspectiva de Jesús respecto a tres prácticas de piedad bien arraigadas en el judaísmo: limosna, oración y ayuno. Jesús enseña cómo deben ser asumidas estas prácticas por sus seguidores. Lo más importante es que estas obras, que agradan a Dios no se hagan para alardear delante de la gente, sino que se realicen en el secreto, allí donde solo Dios puede ver. La cuaresma es un tiempo propicio para realizar estas prácticas. Es importante que no perdamos de vista la perspectiva de Jesús. Que nuestro ayuno sea para que lo vea Dios, que nuestra oración sea para que la escuche Dios y que nuestra limosna solo la vea Dios, y nuestro Padre que ve en lo secreto nos recompensará.
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Febrero
Miércoles 17 -
Siete Santos Fundadores
Jon 3,1-10; Sal 50, 3-4.12-13.18-19
EVANGELIO Lc 11, 29-32
En aquel tiempo, la gente se apiñaba alrededor de Jesús, y él se puso a decirles: «Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación. Cuando sean juzgados los hombres de esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que los condenen; porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón. Cuando sea juzgada esta generación, los hombres de Nínive se alzarán y harán que los condenen; porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás».
COMENTARIO
Jesús advierte del peligro de la superficialidad a quienes lo siguen. Es evidente que Jesús es el mayor personaje de toda la historia. Sin embargo, no es suficiente haber estado cerca de su mensaje o de su persona sino seguirlo radicalmente. Jonás fue un profeta que se había rehusado a predicar en Nínive, ciudad extranjera y pecadora, pero que se convirtió ante la predicación de Jonás. Jesús rechaza abiertamente las adulaciones de quienes lo siguen como a una estrella de la farándula, pero no están dispuestos a vivir la radicalidad de su evangelio. Jesús no quiere la fama sino la conversión de las personas y que lo sigamos, no porque está de moda, sino porque la vida cristiana es nuestra opción de vida.
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Febrero
Miércoles 24 -
San Rubén
Jr 18, 18-20; Sal 30, 5-6.14-16
EVANGELIO Mt 20,17-28
En aquel tiempo, mientras iba subiendo Jesús a Jerusalén, tomando aparte a los Doce, les dijo por el camino: «Miren, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, y lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos, para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen; y al tercer día resucitará». Entonces la madre de los hijos de Zebedeo se acercó a Jesús, junto con sus hijos y se postró ante Él, para hacerle una petición. «¿Qué deseas?». Ella contestó: «Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda». Pero Jesús respondió: «No saben lo que piden. ¿Pueden beber el cáliz que yo he de beber?». Contestaron: «Podemos». Él les dijo: «Mi cáliz lo beberán; pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para quienes lo tiene reservado mi Padre». Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús, reuniéndolos, les dijo: «Ustedes saben que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos y los grandes las oprimen. No ha de ser así entre ustedes: el que quiera ser grande entre ustedes, que sea su servidor, y el que quiera ser primero entre ustedes, que sea su esclavo. De la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos».
COMENTARIO
De camino a Jerusalén, Jesús enseña a sus discípulos que el seguimiento exigido por Él pasa por el camino de la cruz y llega a la resurrección. Con frecuencia, nuestra actitud ante Jesús es la de la madre de los hijos de Zebedeo, que pretende pasar por alto el camino de la cruz propuesto por Jesús. Sin embargo, son los mismos hijos de Zebedeo los que hoy se nos proponen como ejemplo a seguir. Ante la pregunta de Jesús ellos se muestran dispuestos a beber el cáliz de Jesús, asumiendo su propia cruz. Su ejemplo nos invita hoy a no perder de vista la gloria de su reino, pero que tengamos siempre presente el camino de la cruz que , para nosotros los cristianos, es el único que conduce a la gloria de la resurrección. Anhelemos siempre el primer puesto, pero tengamos presente que para conseguirlo debemos ser los servidores sinceros de los demás.
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Febrero
Jueves 04 -
San Gilberto
1Re 2,1-4.10-12; Sal de 1Cró 29,10-12
EVANGELIO Mc 6,7-13
En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus impuros. Y les ordenó que no llevaran nada para el camino más que un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero; que usaran sandalias, pero que no llevaran dos túnicas. Y les dijo: «Cuando se alojen en una casa, quédense allí hasta que se vayan de aquel lugar. Y si en algún lugar no los reciben ni los escuchan, márchense de allí y sacudan el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos». Ellos salieron a predicar la conversión. También expulsaron muchos demonios y sanaban a numerosos enfermos ungiéndolos con aceite.
COMENTARIO
Cuando Jesús envía a sus discípulos lo más importante es la preparación de la actitud. Para Jesús lo demás es superfluo: las provisiones, el dinero y el vestido. Esas, aunque son cosas necesarias, no pueden constituir la principal preocupación del misionero. Por eso, Jesús instruye a sus discípulos para que actúen correctamente en la misión y acepten la acogida que les den en los lugares a los que lleguen, sin forzar una acogida por parte de quienes se niegan a aceptar a Jesús. La obediencia de los discípulos a Jesús hizo que su tarea tuviera mucho éxito, pues expulsaron a muchos demonios y curaron a muchos enfermos. También hoy hay muchos discípulos que anuncian el reino, al estilo de Jesús y de acuerdo a sus indicaciones. Estos anunciadores abnegados del evangelio hacen posible que el mensaje de Jesucristo siga creciendo y dando fruto en muchos lugares de la tierra.
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Febrero
Jueves 11 -
Nuestra Señora de Lourdes
Dt 30,15-20; Sal 1, 1-4.6
EVANGELIO Lc 9, 22-25
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, ser rechazado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día». Y, dirigiéndose a todos, dijo: «El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y me siga. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; el que pierda su vida por mi causa la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se perjudica a sí mismo?».
COMENTARIO
Las exigencias que Jesús hace a sus propios discípulos están fundamentadas en lo que Él se exige a sí mismo. Él nos pide recorrer el camino que él mismo ha recorrido. Por eso antes de exponer cuál es el compromiso de los discípulos anuncia su propio compromiso que consiste en sufrir mucho, ser rechazado, dar su vida y resucitar al tercer día. Ese es el proyecto de vida de Jesús que fundamenta nuestro propio proyecto de vida. El camino que Cristo nos propones es el de la auténtica vida, que se consigue cargando la cruz de cada día. Por eso, la escala de valores propuesta por Jesús es clara. Lo más importante es la salvación y la vida, pues como lo plantea el mismo Jesús: “De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si se pierde o se destruye a sí mismo?”.
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Febrero
Jueves 18 -
San Eladio
Est 14,1.3-5.12-14; Sal 137,1-3.7.8
EVANGELIO Mt 7,7-12
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá; porque quien pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre. ¿Quién de ustedes si su hijo le pide pan, le va a dar una piedra? ¿Y si le pide pescado, le dará una serpiente? Pues si ustedes que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre de ustedes que está en el cielo dará cosas buenas a aquellos que se las pidan! Por tanto, traten a los demás como quieran que ellos los traten a ustedes; en esto consiste la Ley y los profetas».
COMENTARIO
Con ejemplos de la vida diaria Jesús nos enseña la eficacia y necesidad de la oración. En nuestra relación con Dios no hay motivo para asustarnos o avergonzarnos ante su presencia. Jesús nos invita a la oración con confianza y con esperanza. Podemos encontrar personas que no oran porque no quisieran “molestar” a Dios. Pero nuestra oración no molesta a Dios y por eso Jesús nos invita a orar con constancia y sin desfallecer. Jesús también hace una síntesis de toda la vida cristiana y pone de manifiesta la que ha sido considerada la regla de oro: actuar con los demás como queremos que los demás actúen con nosotros. Para Jesús, quien actúe así está cumpliendo con todos los mandamientos que se puedan encontrar en la Biblia. Para nosotros los cristianos, ese es el camino de la paz, de la justicia y del amor.
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Febrero
Jueves 25 -
San Néstor
Jr 17,5-10; Sal 1, 1-4.6
EVANGELIO Lc 16, 19-31
En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: «Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado junto a la puerta, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico. Y hasta los perros se le acercaban a lamerle las llagas. Sucedió que se murió el mendigo, y los ángeles lo llevaron al seno de Abraham. Se murió también el rico, y lo enterraron. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantando los ojos, vio desde lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él, y gritó: “Padre Abraham, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas”. Pero Abraham le contestó: “Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces. Y además, entre nosotros y ustedes se abre un abismo inmenso, para que no puedan pasar de ahí hasta nosotros”. El rico insistió: “Te ruego, entonces, padre, que mandes a Lázaro a casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que, con su testimonio, evites que vengan también ellos a este lugar de tormento”. Abraham le dice: “Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen”. El rico contestó: “No, padre Abraham. Pero si un muerto va a verlos, se arrepentirán”. Abraham le dijo: “Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto”».
COMENTARIO
La Palabra de Dios, ya desde el Antiguo Testamento, nos ordena la solidaridad hacia los más pobres y desamparados. Sin embargo, no siempre estamos atentos a obedecer esa exigencia. Con la Parábola del rico y del pobre Lázaro, Jesús nos enseña la urgencia de servir a los necesitados. La indiferencia ante las necesidades de los demás se castiga con la pena más severa de todas: el tormento eterno. El rico pudo haber evitado el castigo, pero no lo hizo, pues permaneció siempre indiferente ante la miseria de Lázaro. Mientras estemos vivos, tenemos la oportunidad de ser compasivos y misericordiosos con quienes nos necesitan. La muerte es el límite; pues después ya no podremos ser ni malos ni buenos, solo recibir la recompensa acorde a nuestro comportamiento.
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Febrero
Viernes 05 -
Santa Águeda
Eclo 47,2-11; Sal 17,31.47.50-51
EVANGELIO Mc 6,14-29
En aquel tiempo, como la fama de Jesús se había extendido, el rey Herodes oyó hablar de él. Unos decían: «Es Juan el Bautista que ha resucitado, y por eso se manifiestan en él, poderes milagrosos». Otros decían: «Es Elías». Otros: «Es un profeta como uno de tantos profetas». Pero Herodes, al oír todo esto, decía: «Este hombre es Juan, a quien yo mandé decapitar y que ha resucitado». Es que Herodes había mandado arrestar a Juan y lo había metido en la cárcel por instigación de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con la que se había casado, a pesar de la advertencia de Juan: «No puedes tener a la mujer de tu hermano». Por esto, Herodías odiaba a Juan y quería matarlo; pero no podía, porque Herodes respetaba y protegía a Juan, pues lo consideraba un hombre justo y santo. Cada vez que escuchaba a Juan, quedaba desconcertado, y lo escuchaba con gusto. La ocasión propicia se presentó cuando Herodes ofreció por su cumpleaños, un banquete a sus dignatarios, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea. La hija de Herodías entró a danzar, y agradó tanto a Herodes y a los convidados, que el rey le dijo a la joven: «Pídeme lo que quieras, que te lo doy». Y le juró: «Te daré lo que me pidas, incluso la mitad de mi reino». La joven salió y le preguntó a su madre: «¿Qué le pido?». Ella le contestó: «La cabeza de Juan el Bautista». Fue de inmediato, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió: «Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista». El rey se puso muy triste; pero, por el juramento y los convidados no quiso desairarla. En seguida ordenó a un guardia que trajera la cabeza de Juan. El guardia fue, decapitó a Juan en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre. Al enterarse los discípulos de Juan, fueron a recoger su cadáver y le dieron sepultura.
COMENTARIO
Herodes quiere mostrarse como un hombre justo, pero como no lo es, no lo logra. Es un hombre de contradicciones, pues escuchaba con agrado a Juan Bautista, sin embargo, lo había hecho encarcelar por haberle mostrado su pecado al casarse con la mujer de su hermano. Asimismo, se entristece cuando la hija de Herodías le pidió la cabeza de Juan Bautista. Pero fue él quien lo mandó decapitar en la cárcel. Hombres como estos son los más peligrosos y malvados, tanto en la antigüedad como en el mundo de hoy. Es preferible la hostilidad declarada al mensaje y a los mensajeros de Dios que declararse amigo de Dios para traicionar a sus enviados. Los Herodes de hoy perjudican a la sociedad; muestran empatía con algunos aspectos del evangelio, pero cuando éste denuncia su pecado, son sus más acérrimos enemigos.
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Febrero
Viernes 12 -
Santa Eulalia
Is 58, 1-9; Sal 50, 3-6a. 18-19
EVANGELIO Mt 9,14-15
En aquel tiempo, los discípulos de Juan el Bautista, se acercaron a Jesús preguntándole: «¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?». Jesús les dijo: «¿Pueden acaso estar de duelo los invitados a la boda, mientras el novio está con ellos? Llegará un día en que se lleven al novio, y entonces sí ayunarán».
COMENTARIO
El ayuno es una de las prácticas de piedad que caracterizan la cuaresma. Este comportamiento hunde sus raíces en el judaísmo, donde se había entrado a formar parte de la vida religiosa. Sin embargo, el ayuno, que buscaba el acercamiento del hombre a Dios, se había convertido en una práctica criticada por los profetas porque se había convertido en un ritual meramente exterior. El ayuno que no va acompañado de acciones de amor y solidaridad había sido criticado por el profeta Isaías como desagradable a Dios y, por tanto, inútil al no ser visto por él. Juan Bautista y los fariseos exigen el ayuno a sus seguidores; sin embargo, Jesús no exige el ayuno exterior a sus discípulos, aunque no descarta su práctica para las futuras generaciones de seguidores. El ayuno que Jesús nos pide en esta cuaresma no es solamente exterior, sino que, a la luz de la profecía de Isaías, incluye acciones concretas de solidaridad hacia los más necesitados.
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Febrero
Viernes 19 -
San Álvaro
Ez 18,21-28; Sal 129, 1-8
EVANGELIO Mt 5,20-26
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si ustedes no son mejores que los escribas y fariseos, no entrarán en el reino de los cielos. Han oído ustedes que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será procesado. Pero yo les digo: Todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “renegado”, merece la condena del fuego. Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Con tu adversario, llega a un acuerdo, mientras van de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al guardia, y te metan a la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo».
COMENTARIO
Los fariseos y los escribas criticaban a Jesús y lo acusaban de laxitud con respecto a la Ley. Pero en el sermón de la montaña Jesús demuestra que sus exigencias son mucho más radicales que las de sus opositores. Para ser un buen cristiano no es suficiente ser un ciudadano ejemplar. En ese contexto para cumplir el mandamiento. “no matar”. No es suficiente abstenerse de quitarle la vida a alguien. Es evidente que los asesinos incumplen dicho mandamiento. Pero desde la perspectiva de Jesús, también transgreden el mandamiento incluso quienes agreden verbalmente a sus semejantes. Jesús quiere que nuestras comunidades se caractericen por el buen trato y las buenas palabras que nos digamos unos a otros. Por eso es urgente que la serenidad caracterice nuestras relaciones con los demás.
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Febrero
Viernes 26 -
San Cesáreo
Gn 37,3-4.12-13a.17b-28; Sal 104,16-21
EVANGELIO Mt 21,33-43.45-46
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «Escuchen otra parábola: Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó un lagar, construyó la casa del guardián, la arrendó a unos viñadores y se fue de viaje. Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los viñadores, para recoger los frutos que le correspondían. Pero los viñadores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo otros criados, en mayor número que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último les mandó a su hijo, diciéndose: “Tendrán respeto a mi hijo”. Pero los viñadores, al ver al hijo, se dijeron: “Este es el heredero: lo matamos y nos quedamos con su herencia”. Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron. Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos viñadores?». Le contestaron: «Hará morir sin compasión a esos malvados y arrendará la viña a otros viñadores, que le entreguen los frutos a su tiempo». Y Jesús les dice: «¿No han leído nunca en la Escritura: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente”? Por eso les digo que el Reino de Dios les será quitado a ustedes, para ser entregado a un pueblo que produzca sus frutos». Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que hablaba de ellos. Y, aunque buscaban capturarlo, temieron a la gente, porque lo tenían por profeta.
COMENTARIO
Las parábolas son el modo predilecto de la enseñanza de Jesús. Con la parábola de los viñadores homicidas, Él denuncia los abusos de las autoridades judías y cómo, aunque aparentan ser fieles a los mandamientos de Dios, en realidad no han ejercido correctamente la autoridad, sino que han abusado de ella. La hostilidad manifiesta contra Jesús es el colmo de su abuso y de su maldad. Esta denuncia abierta de parte de Jesús provoca la decisión de quitarlo de en medio. El anuncio del reino por parte de Jesús y de sus discípulos conlleva también la denuncia clara y valiente de todas las actitudes que se oponen a ese reino. Jesús nos invita a ser instrumentos de su anuncio, pero también a seguirlo en la denuncia constante de lo que impide la realización de su reino entre nosotros.
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Febrero
Sábado 06 -
San Pablo Miki y compañeros
1Re 3,4-13; Sal 118, 9-14
EVANGELIO Mc 6,30-34
En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: «Vengan ustedes solos a un sitio tranquilo a descansar un poco». Como eran tantos los que iban y venían que no encontraban tiempo ni para comer. Y se fueron en la barca a un sitio tranquilo y apartado. Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todos los pueblos fueron corriendo por tierra a aquel lugar y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una gran multitud y sintió compasión de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor. Y se puso a enseñarles muchas cosas.
COMENTARIO
Los discípulos regresan de la misión exitosa a la que habían sido enviados por Jesús. Al contarle lo que habían hecho y enseñado, Él los invita a descansar, pues no todo puede ser trabajo y predicación. Jesús quiere el bienestar de quienes ha elegido. Sin embargo, la tenacidad y el ingenio de la gente hizo postergar el descanso. Jesús, que está cansado, no puede descansar, pues siente compasión de la multitud. Ellos están más cansados porque hicieron la travesía a pie y a prisa. El esfuerzo de la gente se ve recompensado por la compasión de Jesús que ve en ellos ovejas que no tienen pastor. Jesús que es pastor no puede ignorar ni el cansancio ni las necesidades de la gente y, por eso, comienza a enseñarles muchas cosas. De modo que Jesús como Pastor, siente compasión y como Maestro, enseña.
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Febrero
Sábado 13 -
Santa Beatriz
Is 58, 9-14; Sal 85,1-6
EVANGELIO Lc 5, 27-32
En aquel tiempo, Jesús vio a un publicano llamado Leví, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme». Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví ofreció en su honor un gran banquete en su casa, y estaban a la mesa con ellos un gran número de publicanos y otros. Los fariseos y los escribas dijeron a sus discípulos, criticándolo: «¿Por qué comen y beben ustedes con publicanos y pecadores?». Jesús les respondió: «No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores para que se conviertan».
COMENTARIO
Leví era recaudador de impuestos, desempeñaba uno de los oficios más desprestigiados por la comunidad judía, que veía la corrupción y el apego a las riquezas. Jesús confía en todos los seres humanos, todos podemos salir de las situaciones más opuestas a Dios. La vida de apego a las riquezas no impide que también a él Jesús lo llame. La importancia de Leví radica en el cambio total de vida que tuvo a partir del llamado de Jesús. Él dejo todo y siguió a Jesús. La alegría por su nueva condición de discípulo de Jesús, y no de las riquezas, lo llevó a celebrar mediante un gran banquete en el que se juntaron sus antiguos y sus nuevos condiscípulos. Esta nueva situación suscitó la crítica de los fariseos y de los expertos de la ley hacia los discípulos de Jesús. Este último es que responde a las críticas y valida su nuevo modo de proceder, que no consiste en excluir a los pecadores sino en llamarlos a la conversión y al seguimiento. Jesús nos invita también a nosotros a seguir su estilo y ser más incluyentes hacia aquellos que necesitan de Dios.
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Febrero
Sábado 20 -
San Eleuterio
Dt 26,16-19; Sal 118, 1-2.4-5.7-8
EVANGELIO Mt 5, 43-48
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Ustedes han oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo” y odiarás a tu enemigo. Yo, en cambio, les digo: Amen a sus enemigos, y oren por quienes los persiguen. Así serán hijos del Padre que está en el cielo, que hace salir el sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque, si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué premio recibirán? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludan solo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los paganos? Por tanto, sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto».
COMENTARIO
Ante sus discípulos, Jesús pone en evidencia el amor al prójimo como mandamiento principal, junto al amor a Dios, consignado en la Sagrada Escritura. Jesús no cambia este mandamiento, pero sí el odio a los enemigos, que no era un mandamiento de la Biblia sino una práctica de los escribas y fariseos, denunciada abiertamente por Él. De acuerdo a la enseñanza de nuestro Maestro, somos buenos cristianos si amamos al prójimo y también a los enemigos. Esa es la actitud que Jesús quiere de nosotros y que nos identifica como verdaderos Hijos de Dios, que no persiguen sino que aman a sus enemigos. Por eso, Él nos pide obras extraordinarias, que se salgan de lo común y que hagan de nosotros fieles discípulos.
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Febrero
Sábado 27 - San Gabriel de la Dolorosa
Mi 7, 14-15.18-20; Sal 102, 1-4.9-12
EVANGELIO Lc 15,1-3.11-32
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: «Éste acoge a los pecadores y come con ellos». Jesús les dijo esta parábola: «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde’’. El padre les repartió los bienes. Pocos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, partió a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces a servir a casa de un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; pero nadie le daba de comer. Entonces recapacitó y se dijo: “¡Cuántos trabajadores en la casa de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre! Ahora mismo me pondré en camino e iré a la casa de mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus trabajadores”. Se puso en camino hacia donde estaba su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió y corrió a su encuentro, se le echó al cuello y lo cubrió de besos. El hijo empezó a decirle: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”. Pero el padre dijo a sus criados: “Saquen en seguida el mejor traje y vístanlo; póngale un anillo en la mano y sandalias en los pies; traigan el ternero cebado y mátenlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido, y ha sido encontrado”. Y empezaron el banquete. Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando, al volver, se acercaba a la casa, oyó la música y el baile y, llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. Este le contestó: “Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado sano y salvo”. Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba convencerlo. Y él replicó a su padre: “Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo, que se ha comido tus bienes con prostitutas, haces matar para él el ternero más gordo”. El padre le dijo: “Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y lo hemos encontrado”.
COMENTARIO
La parábola del padre misericordioso constituye la respuesta astuta de Jesús ante los fariseos y los expertos de la ley que lo criticaban por dejar que los recaudadores de impuestos y demás pecadores. Jesús nos enseña que Dios no se fija en la actitud de los pecadores ni en su culpable decisión de apartarse de Él y caminar por el pecado que conduce a la muerte. Para Dios lo importante es rescatar al hijo perdido que ha regresado y devolverle la dignidad que ha perdido mediante el pecado. La actitud del hijo mayor refleja la de muchos cristianos que se creen perfectos e impiden que quienes reconocen sus pecados puedan acercarse nuevamente al amor y a la misericordia de Dios. Mediante las palabras del padre a su hijo mayor, Jesús nos invita a abandonar la envidia y a hacer fiesta por todos aquellos hermanos nuestros que, movidos por el clima cuaresmal, vuelven ansiosos a la vida de Dios.
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Febrero
Domingo 07 -
V del Tiempo Ordinario
Is 6, 1-2a. 3-8; Sal 137, 1-8; 1Cor 15, 1-11
EVANGELIO Lc 5, 1-11
En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Desde allí vio dos barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían de-sembarcado y estaban lavando las redes. Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de la orilla. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Rema mar adentro, y echen las redes para pescar». Simón contestó: «Maestro, nos hemos pasado toda la noche trabajando y no hemos sacado nada; pero, si tú lo dices, echaré las redes». Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a sus compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo: «Apártate de mí, Señor, que soy un pecador». Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la cantidad de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: «No temas; desde ahora serás pescador de hombres». Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.
COMENTARIO
La barca que para Simón es instrumento de pesca, para Jesús es un lugar de enseñanza. Esta diferencia de perspectiva permite identificar al primero como pescador y al segundo como Maestro. Por eso resulta paradójico que el Maestro Jesús quiera instruir al pescador Simón sobre la faena de la pesca. La orden de volver a echar las redes después de una noche infructuosa parece insensata. Sin embargo, Simón confía en la palabra de Jesús y procede de acuerdo a sus instrucciones. Por eso, al ver el éxito de la pesca reconoce a Jesús como señor, y al escuchar su llamado a él y a sus compañeros para ser pescadores de hombres, sin dudarlo, lo dejaron todo para seguirle. Simón es quien nos da una muestra de humildad, pues no se obstina en su propia y comprobada forma de hacer las cosas, sino que se deja guiar por Jesús y así consigue la mejor pesca de su vida. Esta experiencia hará que en el futuro pesque hombres al servicio de Jesús.
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Febrero
Domingo 14 -
I de Cuaresma
Dt 26, 4-10; Sal 90, 1-2.10-15; Rom 10, 8-13
EVANGELIO Lc 4,1-13
En aquel tiempo, Jesús, fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre. El tentador se le acercó y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes». Pero él le contestó: «Está escrito: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”». Entonces el diablo lo llevó a la ciudad santa, lo puso en la parte más alta del templo y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: “Encargará a los ángeles que cuiden de él, y le sostengan en sus manos, para que su pie no tropiece con las piedras”». Jesús le dijo: «También está escrito: “No tentarás al Señor, tu Dios”». Después el diablo lo llevó a una montaña altísima y, mostrándole los reinos del mundo y su gloria, le dijo: «Todo esto te daré, si te postras y me adoras». Entonces le dijo Jesús: «Vete, Satanás, porque está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”». Entonces lo dejó el diablo, y se acercaron los ángeles y le servían.
COMENTARIO
La validez de un mensaje, de una persona o de una situación solo puede ser conocido mediante la prueba. La autenticidad de Jesús no se impone con prepotencia, sino que en el desierto, y llevado por el Espíritu Santo, Él mismo se somete a la prueba. Las pruebas suelen ser incómodas y difíciles, pero no son negativas en sí mismas. Aquellas a las que se somete Jesús permite que se revele como Hijo de Dios. Si Jesús no hubiese tenido esa condición, habría sucumbido en la prueba, pero como lo era, salió victorioso de ella. Como cristianos estamos llamados a estar siempre preparados, para que nuestra autenticidad salte a la vista en el momento de la prueba y podamos demostrar nuestra condición de seguidores de Jesucristo.
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Febrero
Domingo 21 -
II de Cuaresma
Gn 15,5-12.17-18; Sal 26,1.7-9.13-14; Flp 3,17–4,1
EVANGELIO Lc 9,28b-36
En aquel tiempo, Jesús tomó a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos. De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo revestidos de gloria, hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén. Pedro y sus compañeros se caían de sueño; pero permanecieron despiertos y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él. Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús: «Maestro, ¡qué bien se está aquí! Haremos tres carpas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». No sabía lo que decía. Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía: «Éste es mi Hijo, mi elegido; escúchenlo». Cuando se oyó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.
COMENTARIO
De acuerdo al evangelio de Lucas, Pedro, Santiago y Juan son los primeros discípulos que aceptan el llamado de Jesús y lo siguen. Ellos son testigos privilegiados de la trasfiguración en la que aparecen Moisés y Elías, los más grandes personajes del Antiguo Testamento, ratificando la misión de Jesús. En la trasfiguración se prefiguran los dos elementos esenciales de la fe en Jesús. Por una parte, la resurrección, en la figura del resplandor glorioso que los envolvía. Por otra parte, está la prefiguración de la crucifixión de Jesús, pues en el episodio hablaban de la salida de Jesús de este mundo, que tendría que ocurrir en Jerusalén. La verdadera fe en Jesucristo tiene en cuenta estos dos aspectos, entrelazados entre sí, pues solo el camino de la cruz, conduce a la gloria de la resurrección. Esta realidad se justifica y ratifica, mediante la voz del padre que desde la nube invita a escuchar la voz de Jesús.
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Febrero
Domingo 28 -
III de Cuaresma
Éx 3,1-8a.13-15; Sal 102,1-4.6-8.11; 1Cor 10,1-6.10-12
EVANGELIO Lc 13,1-9
En una ocasión, se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos cuya sangre Pilato mezcló con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús les comentó: «¿Piensan ustedes que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Les digo que no; y, si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿piensan ustedes que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les digo que no; y, si ustedes no se convierten, todos perecerán de la misma manera». Y les dijo esta parábola: «Un hombre tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: ‘‘Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Por qué ha de ocupar terreno inútilmente?’’. Pero el viñador contestó: ‘‘Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré, a ver si comienza a dar fruto. Y si no da, la cortas’’».
COMENTARIO
En el mundo bíblico la muerte violenta era considerada como un castigo por los pecados cometidos. Por eso, Jesús advierte a los que creen que no necesitan conversión, que hay que demostrar el buen comportamiento mediante frutos concretos, acordes con el camino de Dios. El Padre Dios es paciente y deja que cada uno de nosotros desarrolle su propio proceso de conversión. Pero la espera no es infinita y, aunque postergue el juicio definitivo, espera que demos fruto, para no ser cortados fuera de su reino. Con frecuencia hacemos propósitos de cambio y conversión. Sin embargo, aunque las intenciones son muy buenas, posponemos su ejecución. Con la parábola de la higuera que no daba frutos, Jesús nos invita a no dejar pasar en vano esta cuaresma y que aprovechemos la nueva oportunidad de conversión que nos brinda Dios.
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