EVANGELIO DEL DÍA
Marzo
Martes 01 -
San Albino
Dn 3,25.24-43; Sal 24,4-9
EVANGELIO Mt 18,21-35
En aquel tiempo, se adelantó Pedro y preguntó a Jesús: «Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?». Jesús le contesta: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Y a propósito de esto, el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: “Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo”. El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero, al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulabas, diciendo: “Págame lo que me debes”. El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba, diciendo: “Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré”. Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: “¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?”. Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda. Lo mismo hará con ustedes mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano».
COMENTARIO
El perdón es una característica esencial de la vida cristiana. Sin embargo, es una de las exigencias más difíciles de poner en práctica. Porque tiene que ver con todo tipo de ofensas recibidas por los demás. La paciencia humana tiene límites; por eso Pedro pregunta por el límite del perdón. El mismo Pedro se atreve a sugerir un límite amplio para el perdón y por eso indica el siete, que en el mundo antiguo equivale a la perfección, como número máximo de veces para perdonar al hermano. Jesús no está de acuerdo con el número planteado por Pedro. Para Jesús hay que perdonar setenta veces siete; es decir, siempre. El perdón no tiene límites, pues el cristiano que lleva las cuentas de cada vez que obedece a Jesús, muestra que no lo hace de corazón. Con la parábola del hombre que pide perdón pero que no está dispuesto a perdonar a sus semejantes, Jesús nos pone de manifiesto la necesidad de perdonar de corazón, así como el Dios de la misericordia siempre nos perdona.
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Marzo
Martes 8 -
San Juan de Dios
Ez 47,1-9.12; Sal 45, 2-3.5-6.8-9
EVANGELIO Jn 5,1-3.5-16
En aquel tiempo, se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, una piscina que llaman en hebreo “Betsata”. Esta tiene cinco pórticos, en ellos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos, paralíticos. Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Jesús, al verlo allí tendido, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice: «¿Quieres quedar sano?». El enfermo le contestó: «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado». Jesús le dice: «Levántate, toma tu camilla y anda». Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y comenzó a andar. Aquel día era sábado, y los judíos dijeron al hombre que había quedado sano: «Hoy es sábado, y no se puede llevar la camilla». Él les contestó: «El que me ha curado me dijo: Toma tu camilla y anda». Ellos le preguntaron: «¿Quién es el que te ha dicho toma tu camilla y anda?». Pero el que había quedado sano no sabía quién era, porque Jesús, había desaparecido entre la muchedumbre que había allí. Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice: «Mira, has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor». Se fue aquel hombre a decir a los judíos que era Jesús quien lo había sanado. Por eso los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado.
COMENTARIO
Jesús hace siempre el bien, sin importar ni el cómo ni el cuándo. Para Él es más importante la vida y el bienestar de las personas que la institución del sábado, aunque ello trajo consigo la persecución por parte de los judíos. Por eso Jesús, aunque sea sábado, interviene para sanar al paralítico que llevaba treinta y ocho años enfermo; toda una vida. La primera impresión de Jesús es que ese hombre necesita ser sanado; pero no actúa de inmediato sino que respeta la voluntad del enfermo y cuando este manifiesta que quiere sanarse, entonces le hizo recobrar la salud. También hoy Jesús nos invita a ponernos en movimiento; a dejar nuestra parálisis física o espiritual que nos impide movernos. El verdadero cristiano es quien obedece las palabras de Jesús que exige que nos levantemos y emprendamos su seguimiento. Solo así podremos disfrutar de la vida de Dios que él mismo nos concede.
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Marzo
Martes 15 -
Santa Luisa de Marillac
Núm 21, 4-9; Sal 101, 2-3.16-21
EVANGELIO Jn 8, 21-30
En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: «Yo me voy y ustedes me buscarán, y morirán en pecado. Donde yo voy, ustedes no pueden ir». Y los judíos comentaban: «¿Será que va a suicidarse, y por eso dice: “Donde yo voy, ustedes no pueden ir”?». Jesús continuó: «Ustedes son de aquí abajo, yo soy de allá arriba: ustedes son de este mundo, yo no soy de este mundo. Por eso les he dicho que ustedes morirán en sus pecados: pues, si no creen que yo soy, morirán en sus pecados». Ellos le decían: «¿Quién eres tú?» Jesús les contestó: «Esto es precisamente lo que les estoy diciendo. De ustedes, tengo mucho que decir, mucho que juzgar; pero aquel que me envió es veraz, y yo comunico al mundo lo que he aprendido de él». Ellos no comprendieron que les hablaba del Padre. Y entonces dijo Jesús: «Cuando ustedes hayan levantado en alto al Hijo del hombre, entonces sabrán que Yo Soy, y que no hago nada por mí mismo, sino que hablo como el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo y no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada». Cuando les exponía esto, muchos creyeron en él.
COMENTARIO
El lenguaje de Jesús puede ser ambiguo. Pero solo tiene una interpretación correcta. Jesús nos habla de su partida de este mundo en referencia a su muerte en la cruz, que no es la instancia trágica y violenta fruto del fracaso de su misión, sino el cumplimiento glorioso de la donación total de su vida. Sin embargo, los que malinterpretan las palabras de Jesús son incapaces de ver el triunfo de la cruz y que esta no es motivo de vergüenza para el cristiano sino de orgullo. La muerte de Cristo en la cruz nos enseña que la obediencia total a la voluntad del Padre, realmente nos lleva a la exaltación y a la glorificación. Nuestra pertenencia real no es al mundo y al pecado sino a Dios, por eso Jesús nos invita adecuar nuestra vida a ese destino de gloria en el Padre que pasa por el camino de la cruz.
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Marzo
Martes 22 -
Martes Santo
Is 49, 1-6; Sal 70, 1-4a.5-6.15.17
EVANGELIO Jn 13, 21-33.36-38
En aquel tiempo, Jesús, profundamente conmovido, dijo: «Les aseguro que uno de ustedes me entregará». Los discípulos se miraban unos a otros perplejos sin saber por quién lo decía. Uno de ellos, el discípulo al que Jesús tanto quería, estaba reclinado sobre el pecho de Jesús. Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo decía. Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó: «Señor, ¿quién es?» Le contestó Jesús: «Aquel a quien yo le dé este trozo de pan mojado». Y, mojando el pan, se lo dio a Judas, hijo de Simón Iscariote. Detrás del pan, entró en él Satanás. Entonces Jesús le dijo: «Lo que tienes que hacer, hazlo pronto». Ninguno de los comensales entendió a qué se refería. Como Judas guardaba la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres. Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche. Cuando salió, dijo Jesús: «Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre, y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: y lo hará muy pronto. Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes. Ustedes me buscarán, pero yo les digo ahora lo mismo que dije a los judíos: ‘‘Adonde yo voy, ustedes no pueden venir’’». Simón Pedro le dijo: «Señor, ¿adónde vas?» Jesús le respondió: «Adonde yo voy, tú no puedes seguirme ahora, me seguirás más tarde». Pedro insistió: «Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti». Jesús le contestó: «¿Conque darás tu vida por mí? Pues te aseguro que antes que cante el gallo, me negarás tres veces».
COMENTARIO
Durante la última cena Jesús anuncia a todos sus discípulos la traición que está a punto de sufrir por parte de Judas Iscariote. Con su exhortación al traidor, Él expresa que está dispuesto a asumir las consecuencias de su amor infinito por todos nosotros. Se trata de un amor incondicional que nos mostró durante toda su vida terrena. Llegada su hora definitiva, Jesús no se retracta sino que nos muestra que, por amor, está dispuesto a asumir la traición, la pasión y la cruz. Para Él la traición y la muerte nos son evento inesperado; al contrario, Jesús es consciente de su hora y se despide con amor de sus discípulos. Con esas palabras finales Jesús nos invita a perseverar en su seguimiento. Jesús nos invita a ser sus verdaderos discípulos y a estar dispuestos a seguirlo en la vivencia radical del amor al prójimo ni llegar a negarlo jamás.
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Marzo
Martes 29 -
Octava de Pascua
Hch 2, 36-41; Sal 32, 4-5.18-22
EVANGELIO Jn 20,11-18
En aquel tiempo, fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntaron: «Mujer, ¿por qué lloras?». Ella les contestó: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto». Dicho esto, dio media vuelta y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dijo: «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?». Ella, pensando que era el jardinero le contestó: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré». Jesús le dijo: «¡María!». Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: «¡Rabboní!», que significa: «¡Maestro!». Jesús le dijo: «No me retengas, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: ‘‘Subo al Padre mío y Padre de ustedes, al Dios mío y Dios de ustedes’’». María Magdalena fue y anunció a los discípulos: «He visto al Señor y ha dicho esto».
COMENTARIO
María piensa que no encuentra a Jesús porque el sepulcro ha sido saqueado. No comprende que el sepulcro está vacío porque Jesús ha resucitado, ni siquiera cuando Él mismo habla con ella. Por eso, su primera actitud es la del llanto que expresa su decepción y su tristeza por la ausencia de su Señor; ella se consolaría con poder llevarse su cuerpo sin vida. Pero cuando Jesús la llama por su nombre, ella reconoce que ha resucitado y mediante la expresión “Rabbuní” lo reconoce como su Maestro. Ella esperaba ver el cadáver de Jesús, pero se encuentra con el mismo Jesús resucitado que mantiene una estrecha relación con sus discípulos. Él nos conoce y, como a María, nos llama por el nombre y nos invita a reconocer que su lugar es el mismo de Dios Padre. Hay muchas situaciones que también a nosotros nos llenan de tristeza; pero Jesús resucitado nos invita a dejar el llanto para vivir en la alegría de seguirlo.
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Marzo
Miércoles 02 -
Santa Ángela de la Cruz
Dt 4,1.5-9; Sal 147,12-13.15-16.19-20
EVANGELIO Mt 5,17-19
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No crean que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar pleno cumplimiento. Les aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres, será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos».
COMENTARIO
Con frecuencia el Antiguo Testamento se denomina a sí mismo como la Ley y los profetas. De manera que cuando Jesús habla de la Ley y los profetas, se refiere al conjunto de libros consignados es la Escritura. Las actitudes radicales de Jesús ante el Antiguo Testamento habían hecho que Él fuera considerado por los fariseos, y demás judíos apegados a la letra de la Ley, como un trasgresor de la Escritura. Sin embargo, con su enseñanza en la parte inicial del sermón de la montaña, Jesús se presenta no como el trasgresor sino como el verdadero cumplidor de la Escritura. Cumplir la enseñanza de la Ley y los profetas de manera exterior es incumplirla en realidad. Por eso, Jesús afirma que no ha venido a abolir la Escritura sino a darle su verdadero cumplimiento. Para Jesús no es suficiente cumplir lo que dice la Biblia de manera literal, sino ir más allá, comprender el llamado profundo que nos hace la Escritura para que nuestro comportamiento exprese el sentido profundo que Dios nos exige.
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Marzo
Miércoles 9 -
Santa Francisca Romana
Is 49, 8-15; Sal 144, 8-9.13-14.17-18
EVANGELIO Jn 5,17-30
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: «Mi Padre trabaja siempre, y yo también trabajo». Por eso los judíos tenían más ganas de matarlo: porque no solo no respetaba el sábado, sino también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios. Jesús tomó la palabra y les dijo: «Les aseguro: el Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre. Lo que hace el Padre, lo hace igualmente el Hijo, pues el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que él hace, y le mostrará obras más grandes aún, para que ustedes queden maravillados. Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que él quiere. Porque el Padre no juzga a nadie, sino que ha confiado al Hijo el juicio de todos, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre que lo envió. Les aseguro: quien escucha mi palabra y cree al que me envió posee la vida eterna y no se le llamará a juicio, porque ha pasado ya de la muerte a la vida. Les aseguro que llega la hora, y ya está aquí, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que hayan oído vivirán. Porque, igual que el Padre dispone de la vida, así ha dado también al Hijo el disponer de la vida. Y le ha dado potestad de juzgar, porque es el Hijo del hombre. No se sorprendan, porque viene la hora en que los que están en el sepulcro oirán su voz: los que hayan hecho el bien saldrán a una resurrección de vida; los que hayan hecho el mal, resucitarán para ser juzgados. Yo no puedo hacer nada por mí mismo; según le oigo, juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió».
COMENTARIO
La hostilidad contra Jesús por parte de los judíos es cada vez más creciente, primero lo perseguían porque sanaba incluso los sábados. Él justifica su actitud con base en su condición de Hijo de Dios. Pues si su Padre Dios trabaja los sábados, entonces él también lo hace. Sin embargo, esta explicación, lejos de alejar los ataques de los judíos, los arrecia, pues, a partir de entonces, intentan matarlo. Pero el peligro de muerte no amedranta a Jesús; en vez de retractarse, explica por qué es Hijo de Dios, pues todo lo que realiza, lo hace gracias a esa condición. Jesús se manifiesta abiertamente como Hijo de Dios y sus discípulos estamos llamados a obedecer siempre su voz, que tiene el poder de llevarnos de la muerte del pecado a la vida de Dios.
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Marzo
Miércoles 16 -
San Heriberto
Dn 3,14-20.91-92.95; Sal de Dn 3, 52-56
EVANGELIO Jn 8,31-42
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos que habían creído en él: «Si se mantienen en mi palabra, serán de verdad discípulos míos; conocerán la verdad, y la verdad los hará libres». Le respondieron: «Nosotros somos descendencia de Abraham y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: “Serán libres”?» Jesús les contestó: «Les aseguro que todo el que peca es esclavo del pecado. El esclavo no se queda en la casa para siempre; el hijo, en cambio, se queda para siempre. Y si el Hijo los hace libres, serán realmente libres. Ya sé que ustedes son descendencia de Abraham; sin embargo, tratan de matarme, porque mi palabra no ha penetrado en ustedes. Yo hablo de lo que he visto junto a mi Padre, pero ustedes hacen lo que han oído a su padre». Ellos replicaron: «Nuestro padre es Abraham». Jesús les dijo: «Si ustedes fueran hijos de Abraham, harían lo que hizo Abraham. Sin embargo, tratan de matarme a mí, que les he dicho la verdad que oí de Dios, y eso no lo hizo Abraham. Ustedes obran como su padre». Le replicaron: «Nosotros no hemos nacido de la prostitución; tenemos un solo padre: Dios». Jesús les contestó: «Si Dios fuera su padre, me amarían a mí, porque yo he salido y vengo de Dios. Pues no he venido por mi cuenta, sino que él me envió».
COMENTARIO
Jesús nos invita vehementemente a ser sus discípulos de manera integral; no solamente de palabra, sino también de obra. Por eso, no es suficiente llamarnos discípulos; es necesario comportarnos como tales, de manera que mostremos con nuestra vida que escuchamos su palabra y la ponemos en práctica cotidianamente. Jesús nos exige una adhesión permanente a sus enseñanzas, para que nuestra vida cristiana no sea simplemente una característica esporádica de tiempos especiales, sino que permanezcamos unidos a Cristo y a su mensaje en cualquier circunstancia que se nos presente. Él mismo nos explica claramente que la motivación al seguimiento decidido de Jesús es su condición de enviado de Dios. El principal mandamiento de la Escritura es amar a Dios; Jesús nos pide que demostremos ese amor amándolo a Él. Busquemos siempre amar a Dios y a su hijo Jesucristo.
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Marzo
Miércoles 23 -
Miércoles Santo
Is 50, 4-9a; Sal 68, 8-10.21-22.31-34
EVANGELIO Mt 26,14-25
En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso: «¿Cuánto me dan si les entrego a Jesús?» Ellos acordaron darle treinta monedas de plata. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo. El primer día de los Ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: «¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?» Él contestó: «Vayan a la ciudad, a casa de Fulano, y díganle: ‘‘El Maestro dice: Mi hora está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos’’». Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo: «Les aseguro que uno de ustedes me va a entregar». Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro: «¿Señor, acaso seré yo?» Él respondió: «El que ha mojado su pan en el mismo plato que yo, ese me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!; más le valdría no haber nacido». Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: «¿Soy yo acaso, Maestro?» Él respondió: «Tú lo has dicho».
COMENTARIO
El destino definitivo de Jesús estuvo caracterizado por la traición sufrida por parte de uno de sus amigos más cercanos. El evangelio no nos cuenta los motivos profundos que tuvo Judas Iscariote para traicionar a su Maestro. La única explicación que encontramos es el dinero, pues él entregó a su maestro por treinta monedas de plata. Era una cantidad considerable, que fue suficiente después para comprar el campo del alfarero, como lugar de sepultura para forasteros. El paso de Jesús por este mundo estuvo lleno de amor por los pobres, los pecadores y todo tipo de marginados; pero un acto de corrupción acabó con ello. Lamentablemente hoy la corrupción sigue haciendo parte de las relaciones humanas en diferentes niveles: familiar, comunitario y social. Cuando nuestra perspectiva se centra solo en el dinero, podemos estar expuestos a caer en el engaño del dinero que tiene el poder de alejarnos de los más grandes y nobles valores.
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Marzo
Miércoles 30 -
Octava de Pascua
Hch 3,1-10; Sal 104,1-9
EVANGELIO Lc 24,13-35
Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a un pueblo llamado Emaús, distante unos once kilómetros de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo: «¿Qué es lo que vienen conversando por el camino?» Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?». Él les preguntó: «¿Qué ha pasado?» Ellos le contestaron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo. Los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han desconcertado, pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron». Entonces Jesús les dijo: «¡Qué necios y torpes son ustedes para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?» Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura. Ya cerca del pueblo donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le insistieron, diciendo: «Quédate con nosotros, porque ya atardece y está anocheciendo». Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció. Ellos comentaron: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?» Y, levantándose al momento, regresaron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: «Era verdad, el Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón». Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
COMENTARIO
Los discípulos de Emaús fueron testigos de las obras de Jesús; veían en Él a un gran profeta cuya obra había fracasado mediante la traición y la crucifixión. El camino de estos discípulos está marcado por la tristeza y la desilusión. Sin embargo, en su camino de tristeza, Jesús sale a su encuentro y es Él mismo quien les explica las Escrituras. También hoy Jesús resucitado es nuestro compañero de camino; cuando aceptamos su compañía encontramos la luz que necesitamos para conocer e interpretar su Palabra. Por el contrario, cuando no tenemos a Cristo, la Biblia entera deja de tener sentido y se convierte en un mero escrito del pasado que no tiene relación con nuestro presente. Dejemos que Jesús resucitado sea nuestro compañero permanente de vida para que, al reconocerlo en su Palabra y en la fracción del pan, también arda nuestro corazón diciendo “verdaderamente el Señor ha resucitado”.
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Marzo
Jueves 03 -
San Celedonio
Jr 7,23-28; Sal 94,1-2.6-9
EVANGELIO Lc 11,14-23
En aquel tiempo, Jesús estaba expulsando a un demonio que era mudo y, apenas salió el demonio, habló el mudo. La multitud se quedó admirada, pero algunos de ellos dijeron: «Si echa fuera los demonios es por arte de Belzebú, el príncipe de los demonios». Otros, para ponerlo a prueba, le pedían un signo en el cielo. Él, leyendo sus pensamientos, les dijo: «Todo reino dividido va a la ruina y se derrumba casa tras casa. Si también Satanás está dividido, ¿cómo sostendrá su reino? Ustedes dicen que yo expulso los demonios con el poder de Belzebú; y, si yo expulso los demonios con el poder de Belzebú, los hijos de ustedes, ¿por arte de quién los expulsan? Por eso, ellos mismos serán sus jueces. Pero, si yo expulso los demonios con la fuerza de Dios, quiere decir que el reino de Dios ha llegado a ustedes. Cuando un hombre fuerte y bien armado custodia su palacio, sus bienes están seguros. Pero, si viene otro más fuerte que él y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte el botín. El que no está conmigo está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama».
COMENTARIO
Las acciones de Jesús despertaban sentimientos de admiración por parte de la mayoría de la gente. Su modo de actuar era entendido como consecuencia de su envío por parte del Padre. Sin embargo, también existieron personas que se negaron a entender a Jesús y a su mensaje y, en vez de seguirlo, respondieron con hostilidad. Estas personas lo acusaron y trataron de explicar el poder de Jesús sobre los demonios porque Jesús no habría sido enviado por el Padre sino por Belzebú, príncipe de los demonios. Con la maestría propia de Jesús, él explica el equívoco de sus opositores y deja ver con absoluta claridad su propia autenticidad. Además de responder la grave acusación que se le había hecho sino que Èl mismo se convierte en acusador de sus propios acusadores y e todos aquellos que no aceptan su mensaje. Ante Jesús no se justifica la indiferencia. Sus palabras y acciones exigen una toma de posición, pues como Él mismo lo afirma: “El que no está conmigo, está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama” (Lc 11,23).
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Marzo
Jueves 10 -
San Simplicio
Ex 32,7-14; Sal 105, 19-23
EVANGELIO Jn 5,31-47
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: «Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es válido. Hay otro que da testimonio de mí, y sé que es válido el testimonio que da de mí. Ustedes mismos enviaron mensajes a Juan, y él ha dado testimonio de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que ustedes se salven. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, ustedes quisieron gozar un instante de su luz. Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido realizar; esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado. Y el Padre que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí. Ustedes nunca han escuchado su voz, ni han visto su rostro, ni su palabra habita en ustedes, porque no creen al que él ha enviado. Ustedes investigan las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues ellas están dando testimonio de mí, sin embargo ¡ustedes no quieren venir a mí para tener vida! No recibo gloria de los hombres; además, a ustedes yo los conozco y sé que el amor de Dios no está en ustedes. Yo he venido en nombre de mi Padre, y ustedes no me reciben; pero si otro viene en su propio nombre, a ese si lo van a recibir. ¿Cómo pueden creer ustedes, que aceptan gloria unos de otros y no buscan la gloria que viene del único Dios? No piensen que yo los voy a acusar ante el Padre, hay uno que los acusa: Moisés, en quien ustedes han puesto su esperanza. Porque si creyeran a Moisés, me creerían a mí, porque él escribió de mí. Pero, si no dan fe a sus escritos, ¿cómo darán fe a mis palabras?».
COMENTARIO
Las autoridades judías ponían en tela de juicio la autenticidad de Jesús, pues no son capaces de reconocer los testimonios que hay a su favor. Ante tales acusaciones, Jesús no es un charlatán que da testimonio de si mismo, sino que presenta sus cuatro principales testigos. El principal testimonio presentado, aunque no el más importante, es el de Juan Bautista. Jesús recuerda a sus acusadores que la misión del Bautista es la de dar testimonio a su favor. Un segundo testigo de Jesús son sus propias obras, pues ellas ratifican su envío de parte de Dios. Con este argumento, queda claro que Jesús curó al paralítico e hizo las demás señales con el poder de Dios, porque es el Hijo de Dios. El tercer y más importante testigo de Jesús es el propio Padre Dios. Quienes ese testimonio creen en Jesús, como lo hicieron los discípulos. Sin embargo, hay unos que no creen en Jesús; eso indica que tampoco aceptan el testimonio del Padre. Finalmente, el cuarto testigo de Jesús son las Escrituras, pues ellas nos hablan de Él. Jesús nos sigue invitando a aceptar los diversos testimonios que hoy siguen hablando de Él y a vivir con profundo gozo pascual nuestra fe en él.
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Marzo
Jueves 17 -
San Patricio
Gn 17, 3-9; Sal 104, 4-9
EVANGELIO Jn 8,51-59
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: «Les aseguro: quien guarda mi palabra no sabrá lo que es morir para siempre». Los judíos le dijeron: «Ahora vemos claro que estás endemoniado; Abraham murió, los profetas también, ¿y tú dices: “Quien guarde mi palabra no conocerá lo que es morir para siempre”? ¿Eres tú más que nuestro padre Abraham, que murió? También los profetas murieron, ¿por quién te tienes?» Jesús contestó: «Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien ustedes dicen: “Es nuestro Dios”, y sin embargo no lo conocen. Yo sí lo conozco, y si dijera: “No lo conozco” sería, como ustedes, un mentiroso; pero yo lo conozco y guardo su palabra. Abraham, el padre de ustedes, se regocijó pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría». Los judíos le dijeron: «No tienes todavía cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?» Jesús les dijo: «Les aseguro que antes de que Abraham existiera, existo yo». Entonces cogieron piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo.
COMENTARIO
Jesús nos exige mucho, porque nos da mucho. Nos pide observar fielmente sus enseñanzas, pero nos promete una vida sin fin. Pero no quiere que la satisfacción del deber cumplido se transforme en orgullo superficial. Ante las hostiles autoridades judías él defiende su enseñanza acerca de la vida eterna, pero también denuncia las actitudes de vanagloria que los caracterizaban y que podemos encontrar también en los tiempos de hoy. Pues actualmente podemos encontrar personas que, como aquellas denunciadas por Jesús, buscan la gloria de los hombres y se sienten superiores a los otros. Tal vez nosotros mismos buscamos el reconocimiento y el agradecimiento de parte de los demás. Cuando buscamos la gloria de los hombres y no la gloria de Dios, entonces echamos por tierra el valor de cuanto hagamos o digamos. ¿Estamos dispuestos a recibir con humildad de corazón las enseñanzas de nuestro Señor? O ¿también queremos rechazarlo a Él y a su mensaje?
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Marzo
Jueves 24 -
Jueves Santo
Ex 12,1-8.11-14; Sal 115,12-13.15-18; 1Cor 11,23-26
EVANGELIO Jn 13, 1-15
Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando, cuando el diablo ya había metido en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, la idea de entregar a Jesús. Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la mesa, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en una jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido. Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo: «Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?». Jesús le replicó: «Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde». Pedro le dijo: «No me lavarás los pies jamás». Jesús le contestó: «Si no te lavo, no tendrás parte conmigo». Simón Pedro le dijo: «Señor, no solo los pies, sino también las manos y la cabeza». Jesús le dijo: «Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También ustedes están limpios, aunque no todos». Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos están limpios». Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: «¿Comprenden lo que he hecho con ustedes? Ustedes me llaman “el Maestro” y “el Señor”, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, que soy el Maestro y el Señor, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros; les he dado ejemplo, para que lo que hice con ustedes, ustedes también lo hagan».
COMENTARIO
Jesús se nos revela como Maestro que enseña, no solo con palabras sino también mediante actos concretos. Durante la última cena nos enseña su concepción acerca del servicio que es fruto del amor. Su investidura de Maestro le da la autoridad para servir y pedir que sus discípulos hagamos lo mismo. Pedro no comprende el gesto de Jesús, pues estaba acostumbrado a la actitud de los maestros de su tiempo que no buscaban servir, sino ser servidos y reverenciados. Sin embargo, Jesús nos deja en claro que rechazar el servicio, como parte integral del seguimiento a Jesús, significaría rechazarlo y no tener nada que ver ni con Él ni con su enseñanza. Por eso nos invita a hacer del servicio a los demás la principal característica de nuestra condición de cristianos.
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Marzo
Jueves 31 -
Octava de Pascua
Hch 3,11-26; Sal 8,2.5-9
EVANGELIO Lc 24,35-48
En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: «Paz a ustedes». Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo: «¿Por qué se asustan?, ¿por qué surgen dudas en su interior? Miren mis manos y mis pies: soy yo en persona. Tóquenme y dense cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como ven que yo tengo». Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría y el asombro, les dijo: «¿Tienen ahí algo de comer?». Ellos le ofrecieron un trozo de pescado asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: «Esto es lo que les decía mientras estaba con ustedes: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse». Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió: «Así estaba escrito: el Cristo padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Ustedes son testigos de esto».
COMENTARIO
Jesús conoce la realidad de los discípulos y percibe que están asustados y llenos de dudas. Él intervine para que ellos puedan avanzar en su proceso de fe. En primer lugar, les muestra las manos y los pies, pero el miedo no los deja creer y siguen en un conflicto interior que no los deja pasar del miedo a la alegría. En segundo lugar, Jesús resucitado hace comunidad con sus discípulos, pues come en su presencia. En tercer lugar, Él les explica las Escrituras, como lo había ya hecho con los discípulos de Emaús. Como fruto de su triple intervención los discípulos entienden las Escrituras. Pero la intervención de Jesús no termina cuando sus discípulos entienden, sino que al final del relato él les revela la necesidad de dar testimonio. También en nuestro tiempo, cuando Jesús hace parte de nuestras vidas, podemos entenderlo con los ojos de la fe y ser sus testigos ante el mundo.
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Marzo
Viernes 04 -
San Casimiro
Os 14, 2-10; Sal 80, 6-11-14-17
EVANGELIO Mc 12, 28b-34
En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: «¿Qué mandamiento es el primero de todos?». Respondió Jesús: «El primero es: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser.” El segundo es este: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay mandamiento mayor que estos». El escriba replicó: «Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios». Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: «No estás lejos del reino de Dios». Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
COMENTARIO
La profundidad de las enseñanzas de Jesús despertó la curiosidad de los escribas, que eran las personas más expertas y con mayor autoridad sobre la Biblia. En diálogo con uno de estos expertos Jesús expone cuáles son los mayores mandamientos: el amor radical a Dios y el amor al prójimo. Toda la vida cristiana debe estar subordinada a estos dos mandamientos. El escriba concuerda con Jesús y lo elogia, porque también él considera que son más valiosos el amor a Dios y al prójimo que las expresiones rituales por sí mismas. Por su parte, Jesús manifiesta que está cerca del reino de los cielos quien considere más importante el amor a Dios y al prójimo que los holocaustos y sacrificios. Jesús nos pide que pongamos en práctica su enseñanza para que realmente con nuestra vida podamos convertirnos en instrumento del amor de Dios a nuestros semejantes.
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Marzo
Viernes 11 -
San Eulogio
Sab 2,1a.12-22; Sal 33, 17.21-23
EVANGELIO Jn 7,1-2.10.25-30
Cuando arrestaron a Juan, Jesús se dirigió a Galilea a proclamar la Buena Noticia de Dios. Decía: «El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está llegando. Conviértanse y crean en la Buena Noticia». Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que echaban las redes al agua porque eran pescadores. Jesús les dijo: «Vengan conmigo y los haré pescadores de hombres». Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca remendando las redes, y en seguida los llamó. Ellos dejaron en la barca a su padre Zebedeo con los trabajadores, y se fueron con él.
COMENTARIO
En aquel tiempo, recorría Jesús la Galilea, pues no quería andar por Judea porque los judíos trataban de matarlo. Se acercaba la fiesta judía de las tiendas. Después que sus parientes marcharon a la fiesta, entonces subió él también, no abiertamente, sino a escondidas. Entonces algunos que eran de Jerusalén dijeron: «¿No es este al que intentan matar? Pues miren cómo habla abiertamente, y no le dicen nada. ¿Será que los jefes se han convencido de que es en realidad el Mesías? Pero este sabemos de dónde viene, mientras que el Mesías, cuando llegue, nadie sabrá de dónde viene». Entonces Jesús, mientras enseñaba en el templo, alzó la voz: «A mí me conocen y conocen de dónde vengo. Sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino enviado por el que es veraz; a ese ustedes no lo conocen; yo lo conozco, porque procedo de él, y él me ha enviado». Entonces intentaban detenerlo; pero nadie se atrevió, porque todavía no había llegado su hora.
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Marzo
Viernes 18 -
San Cirilo de Jerusalén
Jr 20,10-13; Sal 17, 2-7
EVANGELIO Jn 10,31-42
En aquel tiempo, los judíos de nuevo agarraron piedras para apedrear a Jesús. Él les dijo: «Muchas obras buenas, por encargo de mi Padre, les he mostrado: ¿Por cuál de ellas me quieren apedrear?» Los judíos le contestaron: «No te apedreamos por ninguna obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios». Jesús les respondió: «¿No está escrito en la ley de ustedes: “Yo les digo: ustedes son dioses”? Si la Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y no puede fallar la Escritura), a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿dicen ustedes que blasfema por haber dicho que es hijo de Dios? Si no hago las obras de mi Padre, no me crean, pero si las hago, aunque no me crean a mí, crean a las obras, para que comprendan y sepan que el Padre está en mí, y yo en el Padre». Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escapó de las manos. Jesús se fue de nuevo a la otra orilla del Jordán, al lugar donde anteriormente había estado bautizando Juan, y se quedó allí. Muchos acudieron a él y decían: «Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo acerca de este hombre era verdad». Y muchos allí, creyeron en él.
COMENTARIO
Las autoridades judías no ocultan su aversión a Jesús; todo lo que Él hace o dice les parece mal y por eso pretenden apedrearlo. Pero la percepción de Jesús es diametralmente opuesta; Él es consciente de haberlo hecho todo bien y por eso cuestiona la violencia que pretenden ejercer contra Él. Como en otras ocasiones y ante la inminencia de la violencia, Él no se retracta sino que justifica su actuar como Hijo de Dios, pues las obras que realiza demuestran que Dios lo ha santificado y es quien lo ha enviado al mundo. Jesús enseña que más importantes que las palabras son las obras. En este sentido, cabe preguntarnos si quedamos satisfechos con llamarnos hijos de Dios, o si cada día buscamos realizar acciones propias de esta condición. Jesús nos pide que hablemos menos y hagamos más, para que en el mundo haya más personas que comportándose como hijos de Dios, den testimonio permanente del amor del Padre.
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Marzo
Viernes 25 -
Viernes Santo
Is 52,13–53,12; Sal 30,2.12-13.15-18; Hb 4,14-16; 5,7-9
EVANGELIO Jn 18,1–19,42
Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz, salió hacia el lugar llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos». Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: «No escribas: “El rey de los judíos”, sino: “Éste ha dicho: Soy el rey de los judíos”». Pilato les contestó: «Lo escrito, escrito está». Los soldados, después que crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron: «No la rasguemos, vamos a sortearla, a ver a quién le toca». Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis vestiduras y echaron a suerte mi túnica». Esto fue lo que hicieron los soldados. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, esposa de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
COMENTARIO
Hoy reflexionamos sobre la dimensión infinita del amor de Jesús, cuyo alcance llega a la entrega total de su vida. Pilato lo condenó a muerte por motivos políticos; por eso quiso evitar cualquier insurrección futura calificándolo como “Jesús el nazareno, el rey de los judíos”. Esa frase pretendía resaltar el fracaso de Jesús como un rey político y militar, pero en realidad en ella podemos ver la dimensión que Jesús mismo le da a su misión. Él no niega su condición de rey, sino que nos demuestra que en realidad es un rey, que no se impone por la fuerza ni por la violencia, sino que reina con el amor. No es el rey que oprime, sino el rey que ama y da la vida por todos nosotros. Contemplemos este amor infinito de Jesús y convirtámonos en sus verdaderos discípulos, amando sin reparo a nuestros semejantes.
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Marzo
Sábado 05 -
San Adrián
Os 6,1b-6; Sal 3-4.18-19.20-21
EVANGELIO Lc 18, 9-14
En aquel tiempo, para algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás, dijo Jesús esta parábola: «Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: “¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”. El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; solo se golpeaba el pecho, diciendo: “¡Oh Dios!, ten compasión de mí que soy un pecador”. Les digo que este último bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se engrandece será humillado, y el que se humilla será engrandecido».
COMENTARIO
Los publicanos eran considerados por los judíos como los más lejanos de Dios, porque eran los encargados por parte de los romanos para recaudar los impuestos. Su comportamiento es descrito y criticado por el fariseo como rapaz, injusto y adúltero. Por el contrario, los fariseos se consideraban a sí mismos como los judíos que mejor cumplían los preceptos de la Ley. Jesús no critica la adhesión de los fariseos a la Ley; tampoco avala el comportamiento de los publicanos. Lo que critica es la actitud de autoelogio de los fariseos. Sin embargo, esa actitud no es exclusiva de los fariseos, pues como cristianos también nosotros podemos caer en la tentación de creernos superiores a los demás. Cuando el énfasis de nuestra oración recae en la prepotencia y en el creernos perfectos y superiores a otros, echamos por tierra cualquier posibilidad de mejorar; pues si ya somos perfectos entonces, ¿en qué podemos ser mejores? Jesús nos invita a tener la actitud orante del publicano, que se reconoce pecador y necesitado del perdón y del amor de Dios.
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Marzo
Sábado 12 -
San Luis Orione
Jr 11, 18-20; Sal 7, 2-3.9-12
EVANGELIO Jn 7, 40-53
En aquel tiempo, algunos de entre la gente, que habían oído los discursos de Jesús, decían: «Este es en verdad el profeta». Otros decían: «Este es el Mesías». Pero otros decían: «¿Es que de Galilea va a venir el Mesías? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá de la descendencia de David, y de Belén, el pueblo de donde era David?». Y así surgió entre la gente una discordia por su causa. Algunos querían arrestarlo, pero nadie le echó mano. Los guardias del templo acudieron a los sumos sacerdotes y fariseos, y éstos les dijeron: «¿Por qué no lo han traído?». Los guardias respondieron: «Jamás ha hablado nadie como ese hombre». Los fariseos les respondieron: «¿También ustedes se han dejado embaucar? ¿Hay algún magistrado o algún fariseo que haya creído en él? Esa gente que no conoce la Ley son unos malditos». Nicodemo, el que había ido en otro tiempo a visitarlo y que era fariseo, les dijo: «¿Acaso nuestra ley permite juzgar a nadie sin escucharlo primero y averiguar lo que ha hecho?». Ellos le respondieron: «¿También tú eres galileo? Indaga y verás que de Galilea no sale ningún profeta». Y se fueron cada uno a su casa.
COMENTARIO
El mensaje de Jesús no fue aceptado unánimemente por todos. Al ver las obras que realizaba y escuchar su mensaje, unos lo consideraban el Profeta o el Cristo; pero otros, con falsos argumentos se negaban a creer en Él y trataban de desprestigiarlo. Estos últimos querían presentar la enseñanza de Jesús como una realidad populista sin argumentos para conseguir que por lo menos alguien de las autoridades eruditas creyera en Él. Este argumento se cae por su propio peso, pues en realidad Nicodemo, reconocido maestro de Israel, cree en Jesús y lo defiende ante los demás judíos. Este maestro Nicodemo nos da ejemplo de fortaleza y de coherencia entre su experiencia de fe y sus actitudes. Jesús lo ha convencido y por eso pone en riesgo el prestigio que tenía entre sus colegas y se atreve a dejar la indiferencia, interviene a favor de Jesús y lo libra de ser condenado sin el juicio legal requerido
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Marzo
Sábado 19 -
San José
2Sam 7,4-5a.12-14a.16; Sal 88,2-5.27.29; Rom 4,13.16-18.22
EVANGELIO Mt 1,16.18-21.24
Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado “Mesías”. El origen del Mesías fue de esta manera. María, su madre, estaba comprometida en matrimonio con José y, antes de que ellos empezaran a vivir juntos, sucedió que ella esperaba un hijo, por obra del Espíritu Santo. Su marido José, que era justo, no queriendo denunciarla, decidió romper su compromiso en secreto. Así lo tenía pensado cuando en sueños el Ángel del Señor se le apareció y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quién pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su pueblo de todos sus pecados”. Cuando José despertó del sueño, hizo lo que el Ángel del Señor le había mandado, recibió a su mujer.
COMENTARIO
Desde el tiempo del nuevo Testamento san José es conocido como hombre justo, tal como lo describe el evangelio de Mateo. En el mundo bíblico la justicia es la virtud de quien se comporta con los criterios de la ley de Dios. De acuerdo a las costumbres judías de la época, la convivencia de los esposos ocurría tiempo después de la celebración del matrimonio. En el caso de María y José, ya habían celebrado el matrimonio; estaban casados, pero todavía no habían iniciado la convivencia propia de ese matrimonio. Desde la perspectiva de José, María habría cometido adulterio y su obligación era repudiarla, para cumplir la ley. Pero él opta por repudiarla en secreto, sin poner en evidencia el supuesto “pecado” de María. Por lo tanto, José no se obstina en su decisión sino que se abre al mensaje de Dios que le llega a través del ángel. Su apertura a la voluntad de Dios lo libra de cometer una injusticia y nos enseña a abrir nuestro modo de obrar a la voluntad de Dios, que se nos manifiesta cotidianamente.
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Marzo
Sábado 26 -
Sábado Santo
Gn 1,1–2,2; Gn 22.1-18; Ex 14,15–15,1; Is 54,5-14; Is 55, 1-11;Bar 3,9-15.32– 4 ,4; Ez 36,16-28; Rom 6,3-11; Sal 117, 1-2.16-17.22-23
EVANGELIO Lc 24, 1-12
El primer día de la semana, muy de madrugada, las mujeres fueron al sepulcro llevando los perfumes que habían preparado. Encontraron corrida la piedra del sepulcro. Y, entrando, no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban desconcertadas por esto, se les presentaron dos hombres con vestidos refulgentes. Llenas de temor, no se atrevían a levantar la vista del suelo, y ellos les dijeron: «¿Por qué buscan entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado. Acuérdense de lo que les dijo estando todavía en Galilea: “El Hijo del hombre tiene que ser entregado en manos de pecadores, ser crucificado y al tercer día resucitar”». Recordaron sus palabras, volvieron del sepulcro y anunciaron todo esto a los Once y a todos los demás. María Magdalena, Juana y María, la madre de Santiago, y las demás mujeres que estaban con ellas, contaron todo a los apóstoles, pero a ellos les pareció un delirio lo que ellas decían y no les creyeron. Pedro, se levantó y fue corriendo al sepulcro. Asomándose, solo vio los lienzos. Y regresó a casa admirado de lo que había sucedido.
COMENTARIO
El amor de Dios por nosotros es infinito. Al leer la Palabra de Dios podemos ver muchos episodios que dejan ver las maravillas realizadas a favor de su pueblo. Es un Dios cercano que ha creado al ser humano y se ha preocupado por su bienestar, librándolo de todas las esclavitudes y servidumbres. El poder de Dios se manifiesta siempre a favor del ser humano, creado por amor. Ese poder llega a su punto culminante con la resurrección de Jesús. Con ella las ataduras de la muerte quedan derrotadas. Las mujeres que van al sepulcro de madrugada son testigos de la nueva condición y del nuevo lugar de Jesús que ya no es el de los muertos sino el de los vivos. Hoy también nosotros estamos llamados a darle a Jesús el lugar que se merece en nuestras vidas. Para los creyentes Él no es un mero recuerdo, sino que vive. No se ha quedado en el sepulcro, al que llegó como consecuencia de su muerte en la cruz, sino que está vivo porque verdaderamente ha resucitado. ¡Aleluya!
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Marzo
Domingo 06 -
IV de Cuaresma
Jos 5, 9a. 10-12; Sal 33, 2-7; 2Cor 5,17-21
EVANGELIO Lc 15,1-3.11-32
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: «Éste acoge a los pecadores y come con ellos». Jesús les dijo esta parábola: «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde”. El padre les repartió los bienes. Pocos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, partió a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y comenzó a pasar necesidad. Fue entonces a servir a casa de un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; pero nadie le daba de comer. Entonces recapacitó y se dijo: “¡Cuántos trabajadores en la casa de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre! Ahora mismo me pondré en camino e iré a la casa de mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus trabajadores”. Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y corrió a su encuentro, se le echó al cuello y lo cubrió de besos. Su hijo le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”. Pero el padre dijo a sus criados: “Saquen en seguida el mejor traje y vístanlo; pónganle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traigan el ternero cebado y mátenlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido encontrado”. Y empezaron el banquete. Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando, al volver, se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: ‘‘Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado sano y salvo’’. Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Y él replicó a su padre: “Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con prostitutas, haces matar, para él, el ternero más gordo”. El padre le dijo: ‘‘Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido encontrado’’».
COMENTARIO
Jesús recibe una fuerte crítica de parte de los fariseos y de los escribas. Ellos no aprueban su cercanía a los pecadores. Pero Jesús, mediante las parábolas les expone cómo Dios no rechaza a los pecadores sino que los acoge para que estos se conviertan. Dios no anula la voluntad de los hombres. Aunque Él quiere que no nos apartemos de su lado, no nos obliga a permanecer en su camino; así ocurre con el padre de la parábola que, ante el deseo de su hijo menor de irse lejos, lo apoya. Muchas veces recibimos consejos que nos invitan a permanecer en el camino de Dios; pero, como ocurre con el hijo menor, no acatamos dichos consejos a tiempo, sino que nos damos cuenta de nuestro pecado cuando ya estamos sufriendo las consecuencias nefastas del pecado. Con la parábola Jesús nos invita a no desanimarnos, ni siquiera cuando estamos lejos del pecado. Al contrario, nos enseña que si nos convertimos y emprendemos el camino de regreso a Dios, Él nos acoge con los brazos abiertos, porque nos ama.
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Marzo
Domingo 13 -
V de Cuaresma
Is 43,16-21; Sal 125,1-6; Flp 3,8-14
EVANGELIO Jn 8, 1-11
En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él; entonces se sentó y les enseñaba. Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?». Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra». E, inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron retirando uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer, que permanecía allí frente a él. Jesús se incorporó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?». Ella contestó: «Ninguno, Señor». Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más».
COMENTARIO
Los escribas y los fariseos querían condenar a Jesús. Le tendían trampas para poder acusarlo. Ellos instrumentalizan la mujer sorprendida en adulterio y usan su caso para engañar a Jesús. La pregunta que le hacen parece simple pero no lo es. Aparentemente quieren conocer la opinión de Jesús sobre el caso. Pero en realidad ponen a Jesús ante una encrucijada. Si hubiera respondido liberando a la mujer de la pena capital, lo abrían acusado de trasgredir la ley de Moisés y habría perdido todo el respaldo y el prestigio del que gozaba por parte del pueblo. Pero si hubiera dado vía libre a la lapidación entonces habría sido acusado de asesino y opositor violento de las autoridades romanas, que eran las únicas autorizadas para condenar a muerte. Parece que Jesús no tiene salida; sin embargo, demuestra una vez más que ha sido enviado por el Padre y, abandonando el papel de acusado, se convierte en acusador de sus adversarios. No se pone en contra ni de la ley de Moisés ni de las autoridades romanas. Simplemente ofrece una prescripción inejecutable por parte de los escribas y fariseos, quienes reconocen su propio pecado y no tienen más opción que marcharse. El único que está sin pecado es Jesús, pero con su actitud nos demuestra que no vino a condenar sino a dar vida y que combate el pecado, no matando pecadores sino llamándolos a la conversión.
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Marzo
Domingo 20 -
Domingo de Ramos
Is 50,4-7; Sal 21, 8-9,17-20.23-24; Flp 2,6-11
EVANGELIO Lc 22,14–23,56
Mientras lo conducían, echaron mano de un tal Simón de Cirene, que volvía del campo, y le obligaron a cargar la cruz, para que la llevase detrás de Jesús. Lo seguía mucha gente del pueblo, y mujeres que se dolían y lamentaban por él. Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloren por mí, lloren más bien por ustedes y por sus hijos, porque miren que llegará el día en que dirán: ‘‘Dichosas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no amamantaron’’. Entonces empezarán a decirles a los montes: ‘‘Desplómense sobre nosotros’’, y a las colinas: ‘‘Sepúltennos’’; porque, si así tratan al leño verde, ¿qué pasará con el seco?». Conducían también a otros dos malhechores para ser ejecutados con él. Y, cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». Y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte.
COMENTARIO
La pasión de Jesucristo es el evento central de todo el evangelio. Jesús celebra la última cena con sus discípulos y nos deja el sacramento de la Eucaristía, que anima contantemente nuestra vida cristiana y consiste en seguirlo a Él en el camino de la cruz. El episodio del monte de los olivos nos deja ver la dificultad vivida por Jesús ante la llegada inminente de la cruz. Él acepta y acoge el camino de la cruz, no porque sea un camino fácil, sino porque esa es la voluntad del Padre. Jesús pide a Dios que se librado de la cruz que lo espera; sin embargo, no se obstina en esa petición, sino que se sigue revelando como Hijo de Dios acogiéndose amorosamente a la voluntad del Padre. Estamos invitados a leer con espíritu de oración este relato de la pasión de Cristo para que veamos en él, el gran amor que nos tiene Jesús, un amor dispuesto a llegar a la entrega definitiva de la vida a nuestro favor.
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Marzo
Domingo 27 -
Domingo de Resurrección
Hch 10,34a.37-43; Sal 117,1-2.16-17.22-23; Col 3,1-4
EVANGELIO Jn 20,1-9
El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro muy temprano, cuando aún estaba oscuro, y vio la piedra quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto». Salieron Pedro y el otro discípulo y fueron rápidamente al sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.
COMENTARIO
En el relato de la resurrección aparecen tres personajes y tres actitudes diferentes. En primer lugar está María Magdalena que ve el primer indicio de la resurrección de Jesús. Ella ve que el sepulcro de Jesús está vacío, pero considera que el cuerpo de Jesús no está porque ha sido robado. Ante el sepulcro vacío, María huye de él y, por tanto, permanece en la incredulidad. La segunda actitud es la del discípulo amado por Jesús. Él también llega al sepulcro y comprueba que está vacío, pero se queda afuera y aunque no huye, tampoco da el paso de la fe. Es el intrépido Pedro, el que no queda satisfecho ante el sepulcro vacío. Ni huye ni se queda inmóvil, sino que se aventura adentro. Él indaga con los ojos de la fe y encuentra sentido a toda la experiencia que ha tenido de Jesús. Por eso puede proclamar mediante su fe que el sepulcro está vacío, no porque ha sido saqueado, sino porque el Señor ha resucitado.
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Marzo
Lunes 07 -
Santas Perpetua y Felicidad
Is 65, 17-21; Sal 29, 2-6.11-13
EVANGELIO Jn 4, 43-54
En aquel tiempo, salió Jesús de Samaria para Galilea. Jesús mismo había hecho esta afirmación: «Un profeta no recibe honores en su propia patria». Cuando llegó a Galilea, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta. Fue Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había allí un funcionario real, que tenía su hijo enfermo en Cafarnaún. Oyendo que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verle, y le pedía que bajase a curar a su hijo que estaba muriéndose. Jesús le dijo: «Si no ven signos y prodigios ustedes, no creen». El funcionario insiste: “Señor, baja antes que se muera mi hijo”. Jesús le dice: «Vuelve a casa, tu hijo vive». El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. Iba ya bajando, cuando sus criados vinieron a su encuentro diciéndole que su hijo vivía. Él les preguntó a qué hora había empezado la mejoría. Y le contestaron: «Ayer, a la una de la tarde lo dejó la fiebre». El padre cayó en la cuenta de que esa era la hora cuando Jesús le había dicho: «Tu hijo vive». Y creyó él y toda su familia. Este segundo signo lo hizo Jesús al llegar de Judea a Galilea.
COMENTARIO
Aunque un profeta no suele ser aceptado en su propia tierra, los paisanos de Jesús le hicieron un buen recibimiento en Caná de Galilea; no por el mero hecho de proceder de su misma tierra, sino porque ellos habían sido testigos de las señales que había realizado en Jerusalén. Jesús realiza la segunda señal, reportada por el evangelio de Juan, allí en su tierra y lo hace en beneficio del hijo del funcionario extranjero. La intervención de Jesús impidió la muerte del niño y provocó que su padre y toda su familia creyera en Él. Este episodio nos enseña que la fe en Jesús es la consecuencia de ver las señales que hace. En este tiempo pascual Jesús nos invita a discernir los signos de los tiempos y a que, siguiendo el ejemplo del funcionario real, también nosotros creamos en Él.
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Marzo
Lunes 14 -
Santa Matilde
Dn 13,1-9.15-17.19-30.33-62; Sal 22, 1-6
EVANGELIO Jn 8,12-20
En aquel tiempo, Jesús volvió a hablar a los fariseos: «Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida». Le dijeron los fariseos: «Tú das testimonio de ti mismo, tu testimonio no es válido». Jesús les contestó: «Aunque yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio es válido, porque sé de dónde he venido y adónde voy; en cambio, ustedes no saben de dónde vengo ni adónde voy. Ustedes juzgan según la carne; yo no juzgo a nadie; y, si juzgo yo, mi juicio es legítimo, porque no estoy yo solo, sino que estoy con el que me ha enviado, el Padre; y en la ley de ustedes está escrito que el testimonio de dos es válido. Yo doy testimonio de mí mismo, y además da testimonio de mí el que me envió, el Padre». Ellos le preguntaban: «¿Dónde está tu Padre?» Jesús contestó: «Ustedes no me conocen a mí ni tampoco a mi Padre; si me conocieran a mí, también conocerían a mi Padre». Jesús tuvo esta conversación junto al arca de las ofrendas, cuando enseñaba en el templo. Pero nadie lo arrestó, porque todavía no había llegado su hora.
COMENTARIO
Jesús es la Luz del mundo. Él nos invita a caminar siempre iluminados por sus enseñanzas. La sabiduría cristiana cosiste en discernir cuál es el camino del bien que nos muestra Jesús y a emprenderlo con ánimo decidido. Su luz ilumina todas nuestras obras; las buenas y las malas; guiados por Él podemos llamar al mal y al bien por su nombre. La luz de Jesús pone en evidencia nuestras equivocaciones, pues su luz juzga y nos permite juzgar nuestras propias acciones. Por eso el juicio de su luz nos llama a corregir nuestro rumbo. Sin embargo, esta denuncia del pecado no siempre es bien recibida. Las autoridades judías hostiles a Jesús, en vez de aceptar su invitación a iluminar sus vidas con su mensaje de conversión, lo atacan y lo ponen en tela de juicio. Sin embargo, quien se obstina en la incredulidad está reconociendo el propio rechazo a Jesús y a su Padre Dios.
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Marzo
Lunes 21 -
Lunes Santo
Is 42, 1-7; Sal 26, 1-3.13-14
EVANGELIO Jn 12, 1-11
Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa. María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y los secó con su cabello. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume. Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice: «¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?». Esto lo dijo, no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa se llevaba lo que iban echando en ella. Jesús dijo: «Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no siempre me tienen». Una muchedumbre de judíos se enteró de que estaba allí y fueron, no solo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque a causa de él, muchos judíos se les iban y creían en Jesús.
COMENTARIO
Al final de su vida terrena y cerca de Jerusalén Jesús recibe el homenaje de la unción de los pies por parte de María, la hermana de Marta y Lázaro, a quien Él había resucitado de entre los muertos. El gesto de María no es un mero homenaje humano. Mientras que Judas Iscariote solo es capaz de ver el costo económico de la unción, Jesús nos enseña que se trata de un signo que anticipa la unción sepulcral de Jesús, que no pudo suceder ni el día de su muerte, ni después; pues cuando las mujeres iban a ungir el cuerpo de Jesús, se encontraron con su resurrección. Al inicio de esta semana santa, el olor del perfume que llenó toda la casa, nos recuerda que el tiempo de Jesús se ha colmado, su hora ha llegado y estamos por ser testigos del desenlace definitivo del evangelio que, a través de la pasión y de la cruz, nos abre las puertas de la vida eterna.
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Marzo
Lunes 28 -
Octava de Pascua
Hch 2,14.22-23; Sal 15, 1-2.5.7-11
EVANGELIO Mt 28,8-15
En aquel tiempo, las mujeres se alejaron aprisa del sepulcro; y corrieron a anunciarlo a los discípulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «Alégrense». Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies. Jesús les dijo: «No tengan miedo: Avisen a mis hermanos que vayan a Galilea y allí me verán». Mientras las mujeres iban de camino, algunos guardias fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma de dinero, con esta consigna: «Digan: ‘Sus discípulos vinieron durante la noche y robaron su cuerpo, mientras dormíamos’. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros lo convenceremos y a ustedes los sacaremos de apuros». Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta versión se ha ido difundiendo entre los judíos hasta el día de hoy.
COMENTARIO
Ante el anuncio del ángel a las mujeres acerca de la resurrección de Jesús, hay dos sentimientos, opuestos entre sí, que las acompañan. Se trata del miedo y de la alegría. Ellas experimentan el miedo provocado por la ausencia repentina y violenta de Jesús. Sin embargo, el anuncio de la resurrección las llena de inmensa alegría. Ellas no pueden esconder ni un sentimiento ni el otro. Desde el punto de vista físico, ellas van a toda prisa, pues el evento de la resurrección debe ser anunciado con rapidez. Es en medio de la espontaneidad expresada con la alegría, el miedo y la prisa y las invita a dejar el miedo. Jesús resucitado, sigue saliendo también hoy. Sale a nuestro encuentro y nos pide que no tengamos miedo, sino que el único sentimiento que nos acompañe sea el de la alegría de ser sus discípulos dispuestos a ser testigos de su resurrección.
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